Opinión

Adiós al barco de Argelia

Hace unos meses, el presidente del Puerto, Víctor Gamero, comentaba a El Faro que empresarios chinos y de la zona agrícola de Berkane, en Marruecos, habían mostrado interés por la línea marítima Melilla-Argelia, que la Autoridad Portuaria tenía entre sus prioridades.

Aquello no prosperó desde el principio por los obstáculos que puso el Ministerio de Exteriores, pese a negar en declaraciones a El Faro que tuviera algún inconveniente en promover esa ruta, que no es nueva porque España ya tiene barcos a Orán desde los puertos de Valencia y Almería.

Desde el Ministerio de Transportes aseguraron en su momento a este diario que "nada impide abrir" la línea entre Melilla y Argelia. Pero ahora sabemos que de haberse abierto, la crisis con Marruecos habría ido a más.

Tras el apoyo expreso de Pedro Sánchez al plan de autonomía marroquí sobre el Sáhara y la retirada del embajador de Argelia de Madrid, hablar de la ruta Melilla-Tremecén es una broma macabra.

Estamos ante un proyecto viable, que puede diversificar la economía de Melilla y que no sale adelante porque hemos elegido entre Argelia y Marruecos en lugar de plantear equilibrios para cerrar la crisis con uno, sin abrirla con el otro.

Pero algo había que hacer porque en Melilla, señores, no se habla de otra cosa que no sea la reapertura de la frontera y la gente a pie de calle da por hecho que en un plazo de unos 15 años, Rabat volverá a la carga para reclamar las ciudades autónomas, en cuanto consagre la marroquinidad del Sáhara.

El efecto de ese miedo se ha notado enseguida en los principales portales de ventas de pisos en Internet. En Fotocasa hay 248 viviendas en venta en la ciudad y en Idealista son 373. La gente quiere deshacerse de sus viviendas cuanto antes porque la decisión de Pedro Sánchez ha sido bien recibida por unos, pero entendida por otros como capitulación.

En estos momentos no hay seguridad jurídica y nadie quiere una hipoteca a 25 años en una ciudad extremadamente amenazada por Marruecos, lo que a todas luces hace que nuestro futuro sea más bien incierto. Hay un sentimiento de resignación: que esto dure lo que dure y después ya veremos.

Por eso y por la crisis de la guerra de Ucrania, los precios de la vivienda han descendido en Melilla en las últimas semanas desde un 1% hasta incluso un 20%. Aún así, no hay gangas en la ciudad porque el metro cuadrado sigue estando por encima de los 1.000 euros. Aquí lo más barato anda por 65.000 euros y tiene 33 metros cuadrados. Por ese precio hay casas de hasta 9 habitaciones, a reformar, en la provincia de Málaga.

No todo obviamente se le puede achacar a la crisis hispano-marroquí. El mercado inmobiliario se ha frenado en el conjunto del país. La gente no sabe si va a mantener su trabajo y ha echado el freno del mano. Eso también influye. Pero preocupa el alto número de inmuebles en venta en Melilla. Da la impresión de que aquí habrá una estampida.

De ahí la importancia de que salgan adelante proyectos que nos ayuden a diversificar la economía para no depender exclusivamente de Marruecos. Rabat lo podrá hacer mejor en adelante, pero no podrá hacerlo peor. Lo del conato de Marcha Verde sobre Ceuta y la implantación de piscifactorías e incluso el acecho a las aguas de Canarias, demuestran que nos convienen las buenas relaciones, pero no nos podemos fiar.

El Gobierno central tiene una oportunidad de oro para tranquilizar a la opinión pública. Si siguen llegando inversiones, tarde o temprano volverán las aguas a su cauce. Nadie invierte en lo que no le interesa. De ahí la importancia de que los planes estratégicos del Gobierno de la ciudad y del Gobierno central no se queden en agua de borrajas como la línea con Argelia.

La manera más contundente de tranquilizar a la gente y de demostrar que se está apostando por Melilla, es ejecutando proyectos, terminando obras y mostrando una mayor presencia del Ejército y el Estado en nuestras calles.

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