Categorías: Sociedad

Adiós a un gran tipo, un currante de ideas fijas y algo irónicas

Gregorio González era buena gente, es decir, de esas personas que tienen amigos de verdad. Su compromiso con el trabajo le hizo el mejor organizador de eventos de Melilla.

Levanta las cejas tras soltar una frase. Lo hace justo por encima de las gafas redondas. Está serio, pero en sus ojos hay un brillo de ‘pillo’ que da la impresión de que realmente quiere decir todo lo contrario de lo que acaba de hablar. No es hasta que sonríe cuando uno se da cuenta de que es broma. Irónico hasta la médula, pero sin llegar a hacer daño. Se ríe de su propia broma como un niño risueño. Su humor era esa chispa que conseguía arrancar una carcajada en la persona que le miraba con cara de preocupación. Observador, amable y trabajador. Brillante organizando y sacando punta a todo lo que caía en sus manos, ya sea el montaje de una feria o un concurso de cruces de mayo. Jesús Gregorio González Escámez dice adiós a sus seres queridos con sólo 52 años. Ahora será en el cielo donde organizará una romería, una cabalgata de Reyes Magos y los conciertos de los ángeles. Mientras, en Melilla sus familiares, amigos y compañeros de trabajo le echarán de menos cada vez que necesiten que alguien les haga sonreír.
Un trabajador incansable. Así lo definen los compañeros del área de Festejos, en la estaba desde hacía muchos años luchando para conseguir buenos proyectos para los melillenses.
Le daba igual tener que echar unas horas de más por la tarde que por la noche. La cosa era que todo estuviera atado y bien organizado para los ciudadanos. Lo importante no era el cansancio o el tiempo de ocio que robaba la planificación de un concierto o de la romería del Rocío, sino que los melillenses estuvieran contentos con el festejo que se les ofrecía.
Además de ser un ‘currante’ de los buenos, era humilde. Era el mejor organizando los eventos de la Ciudad, aunque no lo quisiera reconocer. Pero para eso estaban sus compañeros de trabajo que resaltan su eficiencia y capacidad para ver los fallos.
Era el abogado del diablo, es decir, el que se encargaba de señalar con el dedo las cosas que no encajaban y los problemas que iban a surgir. Eso sí, también era el ángel de la guarda, el que aportaba solución al posible desastre.
Sus compañeros de la Viceconsejería de Festejos afirman que van a tener que contratar a muchas personas para que puedan llevar adelante todo el trabajo que hacía Gregorio en solitario.
Su seriedad en el trabajo y su compromiso con todos los eventos que caían en sus manos son sólo algunas de sus virtudes. Tenía más.

Enamorado
Chapado a la antigua. Le decía frases en francés a su mujer, como si la estuviera enamorando. Cogía el teléfono y hablaba con ella como si fuera un chiquillo de 16 años recién empezando un noviazgo. Consiguió mantener la llama del amor juvenil y apasionado a pesar de que el matrimonio lleve a la rutina a las parejas. Esta magia que había entre Gregorio y Elena es de las cosas que más sorprendía a sus compañeros y amigos. También con sus niños tenía una relación especial. Siempre pendiente de sus ilusiones, expectativas y sueños.
Gregorio era buena gente. Se tomaba su papel de amigo muy en serio. Siempre estaba cuando se le necesitaba. Su capacidad para hacer reír a la gente le aportaba el cariño de muchos melillenses que le conocían de verle en los concursos de belenes, de diseñar los conciertos de la Feria o de planificar un certamen de redacción para jóvenes de la ciudad.
Fue de los pocos que apostó porque Festejos se trasladara al Auditorio Carvajal, aunque la enfermedad contra la que ha estado luchando durante un año le impidió pasar más de dos meses en estas nuevas oficinas.
Nunca le regalaron nada. Todo lo que tenía y le rodeaba se lo había ganado a pulso. Su cabezonería le ayudaba a no dejar una meta sin conseguir. Esa idea fija que se le quedaba en el ‘coco’ la llevaba a cabo con seguridad y sin errores.
Un año se fue de vacaciones con los niños a París. Mira que le dijeron que se llevara ropa de abrigo que hacía un frío terrible. Pero nada. No hizo ni caso. Se presentó en la capital de Francia con unos castellanos y unos jerséis finos. Es una de las anécdotas que recuerda Francisco Díaz, viceconsejero de Festejos. Aunque son muchas más las que se quedarán en la memoria de los que conocieron a Gregorio, un gran tipo.

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