Los giros que Karim, Jesús, Fernando, Abel o Estanis realizan sobre sus bicicletas representan, por sí solos, un desafío insultante a todas las leyes de la gravedad. Son aficionados a la cultura del BMX (sigla de Bicycle motocross), deporte extremo que nació en los años 70 en California (Estados Unidos) cuando los jóvenes trataban de imitar a sus ídolos de motociclismo con sus bicicletas.
Estos chicos, entre 16 y 24 años, se reúnen casi a diario en el skatepark de la plaza San Lorenzo, el único de la ciudad. Recorren con suma facilidad las “olas” de las rampas, mostrando acrobacias, que en el argot se denominan “tailwhip”, “barspin” o “tranfer”. Dan vueltas sobre su BMX manteniendo el equilibrio sobre una rueda, girando el manillar alrededor de su cuerpo o se enredan con ella, con su bici. Si alguien se pierde un salto, todo queda grabado en una cámara GoPro. El deporte se convierte en puro espectáculo.
Mal estado
Pero últimamente, la cosa no marcha precisamente sobre ruedas. Estos usuarios denuncian el mal estado de las instalaciones. Aseguran que las piezas tienen grietas, que la base de la pirámide principal se mueve y que los desgastados “cajones de agarre” rompen las cubiertas de sus ruedas. Además, lamentan que los cuarter (rampas) sean invadidos por niños pequeños con patinetes o por padres con hijos que confunden el skatepark con un campo de fútbol. “Hay padres que vienen con sus hijos para jugar al fútbol y usan las rampas como portería”, se queja Karim.
En este sentido, reivindican mayor respeto por un deporte que en Melilla, hace tiempo que dejó de describirse como “minoritario”. “Ahora mismo somos más de 40 activos en la cultura BMX”, dice Jesús. De hecho, asegura que serían muchos más si no fuese porque a diario tienen que lidiar con padres que se “empeñan” en enseñar a sus más pequeños a andar sobre patines en las propias rampas. “Es muy peligroso, porque no nos dejan realizar nuestros saltos y si rozamos a los niños o les pedimos que se aparten, tenemos que soportar el enfado de los padres”, explica Abel.
Bajo su punto de vista, antes que una renovación, las instalaciones requieren un cambio completo. Según cuentan, las actuales rampas son de fibra, lo que conlleva a que se calienten en verano o se mojen con la lluvia en invierno. En ambos casos, quedan inutilizables por el peligro de que sus usuarios puedan escurrirse. Por ello, piden que la Ciudad construya pistas de cemento como las que existen en “Barcelona, Madrid o Málaga”.
Su mayor deseo es poder contar con un skatepark mucho mayor que el actual para “surfear” olas de cemento en enormes piscinas vacías que conforman lo que en la jerga se conoce como ‘pool’ (piscina en inglés). “Me voy muchas veces a Málaga para poder practicar mi afición de verdad”, señala Karim.
Modo de vida
Para los que practican BMX, este deporte es mucho más que un hobby. Es un modo de vida. Sus accesorios, su calzado y su vestimenta les define.
Karim, por ejemplo, lleva motando su bici BMX desde hace siete años y ya cuenta con un patrocinador de la península que le costea los arreglos de la bici y la ropa que lleva. Además, participa en numerosos campeonatos.
Referentes
Entre los referentes de los jóvenes ‘riders’ de Melilla están Gareth Reynolds, Devon Smillie o Chab Kerly. A diario, visionan vídeos de estos profesionales para aprender trucos y técnicas nuevas. Y es que, cuentan, que este deporte no sólo requiere horas de dedicación, sino la necesidad “plantearte nuevos retos”.
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