Opinión

Acabar con la rabia de Marruecos

Ha tenido que morir una turista de nacionalidad francesa por mordeduras de una jauría de perros callejeros en El Aargub, en la región de Río de Oro-Dajla, en el Sáhara Occidental, para que Marruecos dé el paso de vacunar contra la rabia y esterilizar a los perros callejeros que deambulan por sus calles y sus pueblos.

La campaña, primera de su tipo en el país vecino, comenzará por Oujda, relativamente cerca de Melilla, por lo que, con mucha suerte, la medida, si finalmente se implementa, se notará en nuestra ciudad.

Si no entran perros con rabia de Marruecos, difícilmente tendremos que extender por más tiempo la alerta de nivel 1 por rabia que, como explicó la consejera de Salud Pública, Paqui Maeso, en una entrevista concedida a El Faro, se decretó el año pasado en la ciudad aunque durante el Gobierno anterior se llegaron a cumplir las condiciones para haberla decretado y no se hizo.

No obstante, cabría ser prudentes. En el año 2017 el rey Mohamed VI dio instrucciones para que se tomaran medidas para controlar la población de perros en el país si acudir a las matanzas y los envenenamientos masivos. Cinco años después, sus indicaciones han caído en saco roto.

Para acelerar el cumplimiento de la nueva campaña contra la rabia y por la esterilización, que empezará por Oujda, el ministro del Interior, Abdeluafi Laftit, ha dado la orden a todos los gobernadores para que pongan en marcha medidas de contención de la población de perros callejeros en el país.

Esta propuesta llega después de que en el 2016 se llevaran a cabo en Marruecos matanzas de perros callejeros que se han seguido practicando. Una de las más sonadas fue la de enero de este año, en la región de Sjirat-Temara, al sur de Rabat. Fue noticia internacional por la crueldad de las imágenes en las que se veían perros muertos a tiros, transportados en una camioneta.

La situación de los perros callejeros en Marruecos no es un caso aislado. Todo lo contrario. Es muy habitual en el tercer mundo: en países donde la vida de las personas no vale nada, es impensable aspirar al control sanitario de los animales que malviven en la calle.

Melilla podría colaborar, si quisiera, en la campaña de vacunación contra la rabia que se llevará a cabo en Nador, de la misma manera que los estados americanos limítrofes con México ayudan en temas sanitarios porque cuando solo nos separa una alambrada, lo que ocurre del otro lado también nos afecta.

Sé que la propuesta puede ser discutida. Muchos consideran que ya le damos suficiente dinero al vecino como para encima donar las vacunas de la rabia. Quizás pueda colaborar en ello alguna ONG local. El beneficio, desde luego, será mutuo y permitirá que los dueños de mascotas de Melilla puedan volar con sus animales a Granada.

En todo caso, la responsabilidad es de los walis (gobernadores) que en un momento tan económicamente delicado deben apartar dinero para una campaña que probablemente no entraba en sus planes. Sobre todo, si tenemos en cuenta que las estadísticas apuntan a que en estos momentos habría casi un millón de perros callejeros en Marruecos, según informa EFE.

Y no sólo eso. Cada año mueren en Marruecos una media de 23 personas a causa de la rabia provocada por mordeduras de perros de la calle.

La situación probablemente ha tocado techo. Un país que vive del turismo no puede permitirse estas cifras ni la muerte de una turista atacada por una jauría de perros callejeros. Eso es tan primitivo que no encaja en el perfil de un país que aspira a ser socio preferente de la Unión Europea.

Pero pase lo que pase en Marruecos, en Melilla tenemos que solucionar el problema para, cuanto toque, poder acabar con el nivel de alerta 1. No podemos permitirnos estas situaciones tercemundistas y agarrarnos al clavo caliente de que son casos importados. Hay que frenar la importación. Y eso se consigue impermeabilizando no solo la frontera sino todo el vallado, al que destinamos anualmente millones de euros en mantenimiento.

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