Se supone que el verano está hecho para las vacaciones, salvo en Melilla donde nos asaltan con facilidad las serpientes de verano y se nos convierte en un pispás en noticia de portada de todos los telediarios, diarios nacionales e incluso medios internacionales. Hay quien piensa que Marruecos le tiene cogida la medida a España y que el fácil recurso de presionar o chantajear a costa de la estabilidad de Ceuta y Melilla está tan trillado como increíble resulta por incierto que el grupo de activistas, promotor del bloqueo fronterizo sobre nuestra ciudad, pretenda arrogarse todos los places a la hora de paralizar camiones, boicotear la entrada de pescado y verdura fresca a Melilla o situar varias jaimas como cuartel de campaña casi enganchándolas en la verja de la frontera española de Beni-Enzar.
Hace dos años, cuando los mismos y principales protagonistas de los diversos bloqueos fronterizos hicieron otro tanto de lo mismo, no tuvieron tanta suerte en la medida que no obtuvieron tanta repercusión mediática. Se afanaron en julio para el empeño y el mes no les resultó tan propicio como el secano agosto que altera a las redacciones por falta de noticias de impacto y atractivo con que enganchar la apreciada audiencia.
El despliegue mediático ha sido tal que sólo cabe esperar que la ciudadanía española refuerce su solidaridad respecto de nuestra tierra y en contra de la ambición personal de ese ‘río revuelto de pescadores’ que, al albur de las pretensiones últimas de Marruecos. anda haciendo su propio agosto en beneficio de su particular y pretendido liderazgo al otro de la verja o, lo que es lo mismo, la gran y multitudinaria Villa de Nador.
Su voz mediatizada, queriendo restar interés alguno a la jerarquía marroquí en lo que se defiende como una protesta espontánea y ciudadana, es tan tóxica como su descarado proceder en plena frontera.
Los medios nacionales más ansiosos han otorgado a los alborotadores una fuerza que no les corresponde, porque hasta ahora sólo han conseguido frenar por un día y hasta la una y media de la tarde la entrada de pescado a Melilla, tal cual sucedió el pasado jueves.
Hoy amanecemos bajo la amenaza de que no entrarían los camiones con áridos desde la madrugada y por espacio de quince días, y que las empleadas de hogar tampoco vendrían a trabajar, para a partir de mañana miércoles y hasta el sábado promover nuevos bloqueos de entrada de productos perecederos como la verdura, el marisco o el pescado.
La arrogancia marroquí está haciendo saltar los ánimos a más de un melillense, dispuesto a entrar en la provocación e intentar promover incluso protestas ante la frontera mediante convocatorias en las redes sociales como Facebook.
Sin quererlo se prestan al juego de quienes quieren tomarnos el pulso, aún a sabiendas de que su selectivo bloqueo puede dañar tanto o más, en su intensidad actual, a los vecinos nadorenses, que a nosotros como melillenses. Más que nada porque son muchas las familias de nuestro entorno, mal que le pese al Marruecos actual, que sobreviven gracias al comercio o el trabajo que logran gracias a Melilla.
Juegan con una navaja de doble filo en pro de la solidaridad de quienes precisamente se verían más perjudicados por el bloqueo, caso de los camioneros que transportan los áridos, de los proveedores de pescado que surten a nuestro bares, restaurantes y mercados, o de las muchas mujeres que aportan el único salario que entra en sus casas gracias a su empleo en nuestra ciudad.
Ellos también saben esto pero están henchidos por ese protagonismo desorbitado que les ha dado la despendolada serpiente de verano. Aún así, me niego a entrar en un debate sobre quién saldría más perjudicado o menos porque lo que ocurre no beneficia a nadie.
Tampoco intento restar importancia a lo que viene pasando pero sí valorarlo en su justo término. Y lo que viene sucediendo, amén de su inaguantable tufo machista contra las mujeres policía –por cierto, tan mal y tan tardíamente combatido con una declaración oficial de algún miembro del Gobierno Zapatero-, está claro que persigue otros intereses que van más allá de intentar desestabilizar Melilla y que tienen mucho más que ver con un duro pulso al Gobierno Zapatero y de paso a todo el Estado español.
Por eso, me preocupa como a muchos que la figura del Rey se haya puesto al servicio de un mal brete en el que nuestro monarca no ha salido bien parado, mientras que al Gobierno central del PSOE le falta la firmeza y la decisión que para empezar esconde tras un desaparecido delegado del Gobierno, incomprensiblemente silente ante todo lo que está sucediendo y sin capacidad de trasmitir un mínimo mensaje de seguridad a los melillenses.
Debemos estar atentos pero sin sacar los pies del tiesto, porque sin quererlo podemos acabar dando eco y plataforma a quien no la merece, o al menos no en un periódico como el nuestro, comprometido ante todo con los intereses de Melilla y, por tanto, con los de España.
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