Editorial

A las puertas del Ramadán y de la Semana Santa

La religión es, sin duda, una de las mayores preocupaciones del ser humano desde tiempos inmemoriales. Desde la prehistoria el hombre ha adorado a divinidades varias y, desde entonces, aunque han ido evolucionando las personalidades, la mayor parte del mundo sigue profesando una fe a algún dios.

Ello nace de la necesidad intrínseca del ser humano de pensar que la vida es un paso intermedio, no el fin del trayecto, y que, cuando uno muere, va a ir a un sitio mejor que este, condicionado, en muchas ocasiones, al comportamiento que se haya tenido en su estancia en La Tierra.

Desgraciadamente, durante la historia de la humanidad, la religión ha enfrentado al hombre en numerosas circunstancias. No hay más que recordar las Cruzadas de la Edad Media o, en los tiempos modernos, el terrorismo yihadista.

Sin embargo, desde hace mucho, Melilla se ha caracterizado por la buena convivencia religiosa que se da en la ciudad. Es más, siempre se ha hecho mucho hincapié, se ha sacado pecho y se ha sentido orgullo por lo bien que se llevan entre sí, contrariamente a lo que sucede en otros lugares del mundo, las personas que profesan alguna de las tres grandes religiones monoteístas, esto es, el judaísmo, el cristianismo y el islamismo. A estas tres se puede unir la comunidad hindú para conformar las cuatro culturas que están asentadas en la ciudad.

Ayer por la tarde volvimos a ver otro ejemplo de esa convivencia. A las 17:30 horas, se produjo el traslado de la imagen del Flagelado desde la iglesia del Sagrado Corazón a la Hermandad de Venerable Cofradía y Hermandad Franciscana de Nuestro Padre Jesús de la Flagelación y Nuestra Señora del Mayor Dolor como paso previo a la Semana Santa, que se celebrará la última semana de este mes de marzo.

Una hora y media más tarde, en la Mezquita Central, se encendieron las luces del Ramadán, que comenzará hoy o mañana y, como es tradicional, durará un mes.

Quiere ello decir que una de las mayores celebraciones de los musulmanes coincidirá, en parte, con una de las más importantes fiestas de la religión cristiana y es de esperar que todo se desarrollará sin mayores complicaciones.

Melilla debe olvidar algunos episodios de los últimos tiempos con incidentes desagradables contra algunas comunidades y seguir demostrando que la convivencia pacífica entre todos no sólo es deseable, sino posible, como siempre lo ha sido aquí.

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