MIENTRAS la mayor parte de los vecinos de toda España sale a los balcones de sus casas a las ocho de la noche a aplaudir a los trabajadores sanitarios y a nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, en barrios de Melilla como La Cañada y Tiro Nacional, siguen apedreando a los agentes de la Policía.
En estos puntos de la periferia local es impensable la colaboración ciudadana porque quien delate a los delincuentes se juega su vida y pone en riesgo la de su familia. Probablemente son cuatro gatos que no sólo acosan a nuestros efectivos policiales y autobuses públicos sino, además, a todo el vecindario.
Hasta tal punto llega la intimidación que los periodistas nos hemos encontrado con asociaciones de vecinos que hablan desde el anonimato para evitar represalias en barrios en los que impera la ley de la Cosa Nostra, la Camorra o la Ndrangheta, en versión norte de África: menos sofisticada, pero igual de peligrosa.
Esto, en cierto modo, podría explicar que seamos la autonomía en la que menos ha descendido la criminalidad. Aquí ha bajado un 57,3% si comparamos la segunda quincena de marzo con el mismo período del año pasado. Estamos a la cola de España y a 7 puntos de Ceuta (64,3%).
Lo cierto es que estos datos desmontan la teoría de que la delincuencia en nuestra ciudad sale de la frontera y de las 30.000 entradas diarias. Pues no. Con los pasos fronterizos cerrados, los cacos siguen haciendo estragos lo que significa que la mierdecilla es autóctona y que este problema es estructural y absolutamente nuestro.
El estado de alarma es un escenario propicio para acabar con la chusma que azota nuestros barrios, pero seguimos aguantando con estoicismo las pedradas a policías sin que consigamos detener a los culpables. Por eso creo que urge encontrarlos y encerrarlos. No porque su delito sea extremadamente grave, que los es, sino por todo el daño que hacen a la convivencia.
Que seamos una ciudad multicultural y fronteriza no puede justificar el incumplimiento de los deberes ciudadanos. Se puede no tener trabajo ni perspectivas de futuro, pero eso no nos inhabilita para ser responsables y cívicos.
Entiendo que para muchos sea difícil seguir las normas de una sociedad que no es capaz de garantizarles un trabajo acorde a sus esfuerzos y a sus estudios. Ni siquiera, acorde a su analfabetismo. Pero no por ello tienen derecho a apedrear a los policías porque eso lo único que denota es la falta de pertenencia a la comunidad debido a una identidad en crisis. Así que, en mi opinión, o se adaptan (preferiblemente con nuestra ayuda) o donde mejor están es en la cárcel (también con nuestra ayuda).
Por eso veo imprescindible romper el hielo y apelar a la colaboración ciudadana. Lo ideal sería hacerlo con campañas publicitarias, teléfonos anónimos y garantizando la protección extrema del denunciante. Pero vemos esto casi imposible y no porque no seamos optimistas sino porque la Ciudad tiene una pésima estrategia de comunicación y da por hecho que los melillenses no merecen ser informados desde la Administración y menos si esa publicidad hay que difundirla en los medios locales.
Eso suponiendo que la Ciudad tenga una estrategia de comunicación, porque mucho me temo que ni siquiera saben lo que es preparar un análisis DAFO que saque a la luz las debilidades heredadas de la era Imbroda y las fortalezas a potenciar. Sin eso es imposible que se puedan identificar objetivos y trabajar para mejorar lo presente. Visto lo visto, aquí no hay nada hecho. El día se les va apagando incendios y poniendo trabas a la transparencia. Si antes las notas de prensa llegaban por e-mail, ahora algún lumbreras entiende que Telegram es más seguro, no sea que la CIA o la KGB rusa vayan a robarnos las iniciativas de nuestras consejerías si usamos el correo electrónico o la popular red de WhatsApp. Ni a Kim Jong- un se le ha ocurrido tamaña estupidez para controlar las fugas de información en Corea del Norte. Si no fuera tan grave, sería de risa. De ideas peregrinas como ésta están llenas las historias de los fracasos más sonados en política. Es lo que tiene la mediocridad: todo lo que toca, lo convierte en mierda.
Visto que desde la Ciudad no saldrán esas campañas, bien podría la Delegación del Gobierno encargarse del asunto, teniendo en cuenta que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad son de su competencia. La gente de los barrios, que nuestros políticos no pisan cuando están en el Gobierno, está deseando vivir con la tranquilidad de los vecinos del Tesorillo o del Real. ¿Por qué no animar a la denuncia ciudadana? Ahora que los vecinos estamos confinados, pared con pared, sabemos mejor que nadie qué se cuece en la casa del otro. Aprovechémoslo para sacar de circulación a la escoria que dinamita la convivencia en nuestra ciudad. O eso, o nos esperamos a que maten a un policía de una pedrada y entonces os aseguro que pediremos responsabilidades a quienes no han movido el culo del asiento para remediarlo.
La frontera ya no sirve de excusa. Y no me creo que nuestra Policía y nuestra Guardia Civil sean más severas que las del resto de España. El problema es el que venimos advirtiendo desde hace tiempo: la indisciplina ciudadana ha ganado enteros gracias a la escasez de agentes que se dediquen a la seguridad de las calles. Quienes antes perdían la voz pidiendo refuerzo policial, ahora sufren de Alzheimer y han olvidado exigir al Gobierno central más agentes para proteger una Ciudad azotada por la delincuencia.
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