HAN tardado, pero finalmente la Ciudad Autónoma ha decidido limitar la velocidad de circulación en casi todo el casco urbano de Melilla a 30 kilómetros por hora. El cambio es brusco, pero necesario, teniendo en cuenta que aquí los conductores no sacan el pie del acelerador.
Ayer mismo, dos coches tuvieron un accidente leve en Ibáñez Marín y uno de los implicados se bajó del vehículo dejando una puerta abierta. Si hubiera venido por detrás otro fitipaldi, se la habría comido. Así de simple y de irresponsable.
En una ciudad tan pequeña como la nuestra, es increíble la cantidad de vehículos que tenemos en las calles. También es asombroso el número de accidentes que se producen a diario y, sobre todo, en esquinas y rotondas. Da la impresión de que ambas tienen imán para la tragedia pese a que un amplio porcentaje de nuestra población no bebe alcohol.
En cuanto se apruebe la norma que obliga a circular a 30 km/h y queden señalizadas las calles de la ciudad, sólo será posible circular a 50 km/h en la circunvalación y en la carretera del aeropuerto. De camino a la frontera únicamente se podrán alcanzar los 40 km/h y en zonas de plataforma única no podremos pasar de los 20 km.
Si esta medida se acompaña de cámaras y multas, en menos de seis meses tendremos una Melilla más calmada, con un tráfico más ordenado y, por supuesto, con menos contaminación.
Con la alta tasa de paro que tiene esta ciudad, cuesta entender a dónde va la gente con tantas prisas. Medidas como la limitación de la velocidad a 30 km/h ayudarán a sacar de la calle a quienes tienen como único hobby salir de ‘rule’, montar atasco y correr.
A mí la nueva medida del Ayuntamiento, me gusta. Era necesaria y va en sintonía con la apuesta difícil de asumir que se ha hecho por la peatonalización. Melilla está quedando de ensueño, pese a que las obras duran más de lo que deberían y se acometen en fechas que podríamos discutir.
Pero la velocidad no es el único problema al que nos enfrentamos. Tarde o temprano tendremos que legislar cómo controlamos los patinetes, que ya empiezan a verse en abundancia por la ciudad, casi siempre a velocidad de vértigo y sin casco.
Bueno, lo de no llevar casco da para escribir otro artículo. Basta con pasarse por una de las muchas obras que han echado andar con dinero público para confirmar que los obreros se arriesgan a que les caiga un cascote en la cabeza y los deje muertos en el sitio.
A eso le dedicaremos un espacio más amplio. Después no digan que no avisé.
Puede que hoy el Gobierno local apruebe la adhesión de Melilla al grupo de ciudades 30, que han devuelto la cordura al tráfico rodado en las calles.
Esta decisión debió tomarse hace años, cuando empezamos a cerrar los balances de tráfico con más muertos y heridos de los que deberían corresponder a una ciudad de doce kilómetros cuadrados. Pero las cosas ocurren cuando tienen que ocurrir y eso casi nunca coincide con nuestros gustos.
Es una suerte que tengamos elecciones a la vuelta de la esquina. Ahora nos llegarán un montón de propuestas que deberían estar hace años sobre la mesa.
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