Dos inmigrantes cuentan qué esperan al llegar a Almería.
Para muchos melillenses coger el barco en dirección a Málaga o Almería es coser y cantar. No hay nada de especial en hacer este trayecto desde Melilla a la península. En cambio, sí que fue importante para el grupo de inmigrantes que consiguió ayer salir del CETI con un permiso bajo el brazo. La tarjeta de embarque, ese billete impreso, les dio una nueva esperanza y consiguió devolverles la alegría. Creen que cuando lleguen a la península podrán alcanzar sus sueños. Son muy variados, pero todos se concretan en uno, conseguir un trabajo con el que mantener a la familia que tienen en su país de origen.
Éste es el caso de Roger, uno de los inmigrantes que cogió ayer el barco en dirección a Almería. Es un joven cocinero de Togo al que aún le quedaba un año de estudios para terminar su carrera profesional cuando salió de su casa para iniciar este viaje. Su padre se quedó sin dinero y pensó que su mejor opción sería venir a Europa para ser un chef de prestigio. Ése es su sueño.
Salió de Togo hace más de un año. No quiere contar cómo recorrió tantos países. Prefiere no pensar en ello, asegura a El Faro, aunque explica que parte del trayecto lo hizo andando y en coche.
Roger afirma que entró en Melilla saltando la valla y que lo hizo solo. Nada más pisar suelo español, echó a correr preguntando a todo el que se encontraba dónde estaba el CETI. Cuando llegó a la puerta del centro pudo respirar tranquilo. Allí ha vivido los últimos seis meses, y aunque asegura que le han tratado muy bien, tenía muchas ganas de continuar su viaje. Melilla no era su objetivo, sólo un lugar de paso.
Roger vivió en el Gurugú unos meses. Comía hojas y frutos del bosque o alimentos que les llevaban algunas ONGs. No le desea a nadie esa vida y se le llenan los ojos de lágrimas cuando habla de ello. Por todo lo vivido, espera encontrar en Almería o en cualquier otra parte de Europa un empleo con el que poder pagarse un piso y vivir dignamente.
De la patera a Almería
‘M’ es la inicial del nombre de un guineano que también viajó ayer a Almería. No quiere dar sus datos personales, aunque cuenta a El Faro que en Guinea dejó a su mujer, sus hijos y a sus padres. Salió de su país natal hace más de dos años y llevaba residiendo en Melilla un año y tres meses. Llegó a la ciudad en patera, junto a otros hombres. Tampoco de esta experiencia desea hablar mucho. En Guinea era mecánico y como se le da muy bien arreglar coches espera que alguien en Almería o en cualquier otra ciudad le contrate. Sabe francés así que su objetivo final es viajar a un país francófono.
El sueño de ‘M’ no es otro que firmar un contrato de trabajo y ahorrar lo máximo posible para enviar el dinero a su casa.
Adiós a una amiga
Aissa es un bebé de un año y dos meses que nació en Melilla. Su madre la sostenía ayer en brazos. Ellas no viajaban a Almería, pero estaban en la Estación Marítima para despedir a una amiga. La madre de Aissa no quiere decir cómo se llama ni su edad. Aunque confiesa que es muy joven y que no pudo terminar sus estudios de Marketing antes de salir de su país de origen, Costa de Marfil. Allí dejó a dos hermanos pequeños Sus padres murieron. Por eso, ella emprendió un largo viaje que espera continuar algún día.
Como sus compañeros, la joven madre anhela que llegue el día que le den la autorización para viajar a la península. Ése es su sueño. Allí buscará un empleo que le permita no sólo mantener a Aissa, sino también enviar dinero a sus dos hermanos. La joven no quiere contar cómo llegó a Marruecos. Sólo afirma que una persona la ayudó y prefiere no hablar de cómo acabó en una patera. Son cosas que no quiere recordar. Ahora tiene otra vida en el CETI, donde reside desde hace más de año y medio. En lo único que piensa es en su futuro.