La mayoría de los establecimientos comerciales del centro de la ciudad abrió sus puertas, pero no fueron muchos los ciudadanos que entraron a hacer compras. Y fue así porque difícilmente podrían haberse registrado avalanchas de consumidores cuando las calles se encontraban prácticamente desiertas.
Todos los elementos apuntaban a que se iba a ser un buen día para los comerciantes. Al menos, no se daba ninguna de las circunstancias que en otras ocasiones han servido para explicar la inapetencia consumista de los melillenses. Ayer hacía un sol espléndido, el cielo estaba despejado, la temperatura era ideal y no hacía viento. La dificultades para encontrar aparcamiento eran mínimas, porque al igual que no había transeúntes por las calles, el número de vehículos en circulación era escaso. Además, este año los ciudadanos que trabajan en la Administración pública tenían en sus carteras la paga extra que acababan de cobrar hace unos días.
Por lo tanto, ni el mal tiempo ni la ausencia de plazas de estacionamiento ni la falta de liquidez sirven para justificar esta vez el jarrón de agua fría que recibió la mayoría de los establecimientos que permanecieron abiertos al público. Ni el presidente de la Asociación de Comerciantes (Acome), Enrique Alcoba, acertaba ayer a encontrar un motivo para explicar la ausencia de clientes.
Quizá el único consuelo para los comercios es que si no consiguieron grandes ventas, no fue porque los ciudadanos pasaran de largo por sus escaparates. En realidad, no entró casi ningún cliente en sus establecimientos porque la mayoría se quedó en sus casas, se marchó a Marruecos o ya está en la península para disfrutar allí de las fiestas de Navidad. Por ello, tal vez el primer paso para revertir esta situación sea idear un modelo, presentar una oferta de ocio o pensar en cómo ‘vender’ los comercios de nuestra ciudad para que los ciudadanos salgan de sus casas, prefieran quedarse en Melilla en vez de cruzar la frontera o decidan hacer las compras en nuestra ciudad antes de coger el barco o el avión.
Desde luego, el diagnóstico evidente es que algo no funciona cuando la mayoría de los comercios abre sus puertas en un día festivo y muy pocos ciudadanos deciden aprovechar para hacer sus compras, y más en unas fechas como éstas. Probablemente, la respuesta habrá que buscarla en la península, al otro lado de la frontera o en los hogares de los melillenses, donde ayer los ciudadanos encontraron un ‘producto’ mejor que el que les ofertaban nuestros comerciantes. No hay que olvidar que los clientes siempre tienen razón.