El europarlamentario Willy Meyer asegura que la frontera de Melilla es desconocida en el seno de la UE. Afirma que Marruecos utiliza a Melilla y Ceuta como válvula de presión a España y a la UE. La pasada semana el eurodiputado de Izquierda Unida (IU) visitó la ciudad para comprobar ‘in situ’ lo que ya el coordinador territorial de IU Melilla, Rosendo Quero, había expuesto en el Congreso Europeo de la Izquierda: La valla con la concertina reinstalada y el tránsito fronterizo con Marruecos. Meyer afirma en esta entrevista con El Faro que la situación de Melilla y Ceuta es desconocida por la mayoría de los eurodiputados en el Parlamento Europeo, pero no por menosprecio a las dos ciudades sino porque en general “no saben lo que pasa en las fronteras de la Unión Europea (UE)”.
En unos meses se celebrarán las elecciones al Parlamento Europeo y las fuerzas de la izquierda quieren, como él, acabar con este descontento. Para ello, IU apuesta por un cambio de la política europea en la que primen los Derechos Humanos en todos los ámbitos y a todos los niveles.
Meyer considera que actualmente la política europea no atiende los Derechos Humanos como prioridad y en consecuencia no lo exige a ningún otro país que no sea miembro de la UE. Ello permite que se sostengan acuerdos de vecindad, como el de Marruecos, sobre cuyo Gobierno Meyer opina que utiliza a las dos ciudades autónomas como “válvula de presión” contra el Gobierno español y el Parlamento Europeo.
–¿Qué se conoce de Melilla y Ceuta en Europa? ¿Se oye el nombre de Melilla y Ceuta en el Parlamento Europeo y la problemática de la situación fronteriza con Marruecos?
–Nosotros hemos hecho un esfuerzo desde Izquierda Unida (IU) para que el problema de las fronteras y el tratamiento inhumano que se da en las fronteras de toda la Unión Europea (UE) sea una cuestión que afecte a todas las organizaciones políticas de la izquierda en la UE.
La intervención de Rosendo en Madrid fue muy importante. Llevó allí una parte de la alambrada de cuchillas y el resto de la gente de otros países europeos se llevaron una sorpresa desagradable porque efectivamente vieron que este elemento se podía instalar y de hecho se ha colocado en una frontera europea.
Los eurodiputados españoles sí conocemos Melilla y Ceuta, pero la mayoría de los eurodiputados tienen un desconocimiento generalizado de lo que ocurre en las fronteras de la UE. Sólo ahora empiezan a ser conocidas por la tragedia de Lampedusa y es una cuestión de todos hacer ver que estas políticas de inmigración son inaceptables.
–El próximo año la presidencia europea recaerá sobre Italia y Grecia que tienen la intención de liderar una política comunitaria de inmigración, pues también, como España, son países que sufren de primera mano la inmigración irregular. ¿Cómo cree que el Gobierno español puede aportar su granito de arena a esa política comunitaria y cómo puede beneficiarse?
–Del Gobierno de España tengo pocas esperanzas de que lidere nada. España está entre los países que lideran la necesidad de recortes y la necesidad de pagar a los acreedores por la estafa financiera que los españoles no hemos creado sino los banqueros. Yo no espero gran cosa.
Lo que sí necesita la UE y las presidencias de turno deberían servir para ello, es hacer un replanteamiento general en la política de inmigración. Ésta tiene dos pilares: Los solicitantes de asilo y la migración económica.
En el primer caso, el asilo está muy bien regulado y protegido por Naciones Unidas en el ámbito internacional. En el segundo caso, la política de migración económica hay que replantearla en el sentido de que primero debe garantizar la Declaración Universal de los Derechos Humanos. De forma pragmática, la UE debería ponerse a trabajar con los Estados miembro para legislar y alcanzar un objetivo que es bien sencillo: Toda persona tiene derecho a la libre circulación y a escoger su lugar de residencia.
Si está claro el objetivo solamente hay que garantizarlo. ¿Cómo? Primero la UE tiene que cambiar su política de cooperación en los países en origen de los inmigrantes.
Hay que invertir en los países donde no llega la alimentación, donde no llega el trabajo, donde no llegan las vacunas más elementales y donde no llega el agua potable. Hay que invertir para cumplir los objetivos del Milenio. Por tanto, hay que incrementar la inversión en cooperación y rebajar los gastos en defensa y la industria militar para que efectivamente podamos amortiguar en origen estos movimientos migratorios.
–En este planteamiento, ¿qué hueco o posición tendrían las fronteras actuales de la UE? ¿Se eliminarían?
–El tratamiento de las personas en las fronteras hoy día es inhumano y no puede ser así. Está más que demostrado que por mucho que se intenten levantar muros para contener los flujos migratorios es inútil. La gente busca mil vericuetos para escalar, saltar el muro, escapar por un agujero... La prueba más evidente es la frontera entre EEUU y Méjico que sirve para que haya mafias, para que haya asesinatos, para que haya gente que muera en el intento...
Aquí en Europa es igual. La gente pone en riesgo su vida, ya le pongan cuchillas o un mar infernal. Queremos hacer un replanteamiento general en la política de inmigración y hace falta replantearnos la orientación económica en su totalidad.
Si los Derechos Humanos no se tienen en cuenta en las fronteras exteriores tampoco se tienen en cuenta dentro de la UE. El derecho al trabajo, a la vivienda, a la salud y a la educación hoy son derechos potenciales, cuando no están siendo castigados y arrasados en buena parte de los países de la Unión Europea.
–Marruecos tiene un papel importante esencial en el control de la presión migratoria en las ciudades de Melilla y Ceuta. ¿Cómo se ve desde Europa las relaciones con Marruecos?
–Nosotros tenemos un problema, fruto de esta orientación que tenemos en donde los Derechos Humanos no se tienen en cuenta. Dentro de la política de vecindad de la UE están los acuerdos de asociación. Éstos permiten llegar a un acuerdo con un país vecino para establecer relaciones comerciales, intercambio de mercancías, planes de dessarrollo y demás, pero incluye una cláusula que es la exigencia del respeto a los Derechos Humanos. Pues bien, esta cláusula nunca se aplica, ya sea Marruecos, Túnez, Egipto o Israel.
Hemos visto personas asesinadas en las plazas por los movimientos de la ‘primavera árabe’ y nunca se ha congelado ese acuerdo. El Ejército israelí ataca a la población que vive en la franja de Gaza en la operación ‘Plomo fundido’ tampoco se congeló el acuerdo porque por encima de todo la UE necesita que las mercancías fluyan. Los Derechos humanos no tienen precio.
Pues con Marruecos pasa lo mismo. Tiene una parte del Sáhara ocupada de forma ilícita en una clara afrenta al derecho internacional y sin embargo, durante la presidencia de turno española se le elevó el acuerdo de asociación en un estado avanzado. A cambio, Marruecos, ¿qué hace con Melilla y Ceuta? Pues las utiliza como válvula de presión.
Marruecos y Derechos Humanos son dos cosas difíciles de entender juntas. Es como el aceite y el vinagre. Lo que tiene que hacer España y la Unión Europea es garantizar los suficientes medios técnicos y humanos para que la frontera dé una imagen de lo que verdaderamente se quiere defender, que es sobre todo a las personas y los Derechos Humanos.
Tenemos que intentar que la imagen que se dé una vez se cruza la frontera sea de cooperación humana y por tanto fuera de cualquier escena como se ve aquí. Es el caso de los porteadores que para sobrevivir cruzan la frontera todos los días con grandes fardos.
También hay otros problemas de dudosa legalidad, como es el tratamiento que se da a los trabajadores transfronterizos. Ellos cotizan en España porque trabajan en España y luego no tienen derecho a ninguna prestación. Es una expoliación indebida. Tenemos que trabajar todos para que las fronteras europeas dejen de ser lo que son y sean una expresión de la tolerancia y respeto a los Derechos Humanos.