EL líder del principal partido de la oposición, Mustafa Aberchán, se sentó ayer en el banquillo de los acusados por una supuesta falta de desobediencia a la autoridad. El hecho en sí, ya es grave para cualquier ciudadano, pero lo es aún más para uno cuya aspiración política es convertirse en presidente de la Ciudad Autónoma. Sin embargo, es más preocupante todavía que tras finalizar el juicio Aberchán afirmara que la sentencia le importa “un pepino”. En la peculiar forma de ver las cosas que tiene el máximo responsable de CpM, carece de importancia que quien aspira a representar a todos los melillenses no pueda presumir de un historial impoluto. La posible condena por interferir en la actuación de las Fuerzas de Seguridad no le preocupa, a pesar de que son estos funcionarios los responsables de hacer cumplir las leyes y normas que, entre otros órganos, se acuerdan en la Asamblea, donde su grupo parlamentario cuenta con seis escaños. Tampoco le quita el sueño la decisión de quien interpreta la legislación, en este caso la titular del Juzgado de Instrucción número 4.
A Mustafa Aberchán nada de esto le impide dormir, como tampoco le desvela participar en concentraciones, manifestaciones o protestas que no cuentan con el permiso de la autoridad competente, en este caso, la Delegación del Gobierno. El líder de CpM tiene la extraña virtud de aparecer en esos actos como quien no quiere la cosa, como quien saca a pasear el perro y se encuentra un billete de cinco euros.
Aberchán dicta sus propias leyes y el resto de los ciudadanos debemos regirnos por el Código Penal. Él es la autoridad policial cuando hay que conducir al CETI a unos inmigrantes que acaban de saltar la valla. Él es el juez cuando enfrenta ficticiamente su deber como ciudadano a sus obligaciones como médico. Él es el fiscal cuando en su juicio por faltas trata de levantarse del banquillo de los acusados y sentar a guardias civiles y policiales imputándoles “salvajes agresiones”.
La actuación de Mustafa Aberchán ayer en el Juzgado de Instrucción número 4 es un adelanto de lo que nos espera cuando el líder de CpM tenga que volverse a sentar en el banquillo de los acusados dentro de unos meses por el ‘caso del voto por correo’. La gravedad de este proceso no es comparable al juicio de faltas de ayer. Allí deberán responder una treintena de imputados, entre ellos Aberchán y su esposa Zahra Karam, de su papel en los hechos previos a las Elecciones Generales del 9 de marzo de 2008. El juez instructor considera al líder de CpM y al del PSOE en aquel momento, Dionisio Muñoz, los planificadores y responsables de una trama de compra de votos a cambio de un trabajo en los Planes de Empleo de la Delegación del Gobierno.
Ese juicio será otra cosa. El presidente de CpM, diga lo que diga, le otorga más valor que un simple “pepino”. De hecho, cuando El Faro publicó en septiembre el auto judicial que daba por concluida la instrucción, Aberchán amenazó desde el diario Melilla Hoy con una querella o dos demandas (una civil y otra penal) por esos artículos. También anunció que iba a solicitar a El Faro una indemnización de 180.000 euros por cada una de esas cuatro informaciones publicadas en días consecutivos.
Aquella amenaza era similar a la que hizo meses antes cuando también El Faro informó del extraño accidente ocurrido en su vivienda cuando se encontraba a medio construir. O cuando uno de sus familiares atacó a una testigo del ‘voto por correo’.
En ninguno de estos casos sus amenazas se han materializado. El anuncio de querellas y demandas se ha quedado en un intento de intimidación a un medio de comunicación al que las Fuerzas de Seguridad, la Ley y la Justicia no le importan “un pepino”.