Los comercios permanecieron cerrados. Los bares sí notaron la llegada de los turistas.
Más de un millar de turistas llegó ayer a la ciudad a bordo del crucero Braemar, que por primera vez hizo parada en nuestro puerto. A pesar del gran número de personas que desembarcó, la ciudad volvió a presentar un aspecto casi 'desierto'. Casi ninguno de los comercios del centro abrió sus puertas y los visitantes se encontraron al bajar del barco con una ciudad semi desierta.
Una vez más los comerciantes optaron por no abrir las puertas de sus tiendas. Los empresarios locales ya han señalado en varias ocasiones que no les resulta rentable abrir un domingo, porque aunque los turistas consuman, el coste es mayor a los beneficios que obtienen.
Pasadas las 12:30 horas los primeros turistas, la mayoría británicos, comenzaban a salir de la estación marítima para visitar Melilla. Los cruceristas llegaban a nuestra ciudad procedentes de Sicilia, donde realizaron la última parada. Una vez que tocaron tierra, algunos optaron por alguna de las excursiones organizadas que les propusieron desde el barco o a través del Patronato de Turismo de la ciudad. Otros decidieron conocer la ciudad por ellos mismos. Para muchos de éstos la sorpresa fue importante cuando al llegar a la Avenida Juan Carlos I, la principal vía comercial de la ciudad, se encontraron con que casi todas las tiendas tenían las persianas bajadas. Ni los comercios locales, ni las franquicias se animaron a aprovechar la visita de los turistas y abrir sus puertas un domingo. Sólo algunas de las tiendas de souvenirs, que habitualmente abren los fines de semana, ofrecieron a los viajeros la opción de poder comprar algún recuerdo.
Modernismo y Melilla La Vieja
A pesar de este aspecto casi desértico, habitual en nuestra ciudad los domingos, los viajeros se mostraron sorprendidos con la arquitectura modernista de la ciudad y con las callejuelas de Melilla La Vieja. La ciudadela llamó la atención de muchos de ellos al salir de la estación marítima, por lo que fueron bastantes los que comenzaron su visita recorriendo las calles de El Pueblo. Otros optaron por subir al trenecito y hacer un recorrido por los lugares más emblemáticos de la ciudad.
En la Avenida Juan Carlos I varios grupos, acompañados de guías turísticos, conocían los detalles de la arquitectura modernista de la ciudad. Lo que no pudieron conocer los turistas fueron las sinagogas melillenses, al coincidir su visitan con la festividad judía de la Cabaña.
Además de conocer el patrimonio arquitectónico y cultural de Melilla, los turistas también aprovecharon las apenas seis horas que pasaron en la ciudad para disfrutar de su gastronomía. Los hosteleros sí que notaron la llegada del crucero. Los bares de la Plaza de las Culturas o los que están en las inmediaciones del puerto local acogieron a decenas de visitantes. Así, a pesar de algunas dificultades con el idioma, camareros y turistas lograron entenderse. Coquinas, corvina o pinchitos fueron algunos de los platos que los visitantes decidieron probar. Incluso muchos tuvieron tiempo de un café antes de volver a embarcar en el crucero, que hoy llegará a Gibraltar y después partirá hacia Lisboa.
Desde la Ciudad siguen intentando promocionar Melilla como destino de cruceros y está previsto que antes de final de año otras embarcaciones atraquen en el puerto.