Desde su 34 cumpleaños ha permanecido encerrada en casa. Ayer, cinco años después, volvió a pisar la calle.
¿Se imaginan sin salir de casa durante cinco años?¿Serían capaces de soportar que cada vez que pisan las escaleras del edificio les duela todo el cuerpo porque el ascensor está en marcha? ¿Aguantarían durante diez minutos los vómitos y el dolor de cabeza que les produciría el viajar en coche? ¿Podrían vivir sin ningún electrodomético en casa? Quizás no puedan ni hacerse a la idea de lo que significa ser alérgica a la electricidad, pero Sonia Hernández sí. Tiene electrosensibilidad y sensibilidad química. Esto significa que cada vez que se acerca a un aparato eléctrico su cuerpo se retuerce de dolor, le estalla la cabeza de la presión y tiene vómitos, aunque no haya comido nada en mucho tiempo. Las bombillas, el frigorífico, una cámara de fotos o un teléfono móvil son sus pesadillas.
Tiene 39 años y ha pasado los últimos cinco encerrada en casa. Sufría fuertes dolores cada vez que salía de su hogar. Le encantaba ir a la playa para que la arena le quitara toda la electricidad que su propio cuerpo produce, pero era un calvario llegar hasta allí. El ascensor de su piso, el coche, las luces de la calle... Todo le provocaba un dolor inaguantable. Sus padres veían cómo sufría cada vez que salía de su habitación. Pero dentro tampoco pudo ser feliz.
Sonia aseguró a El Faro hace tres años, cuando conocimos su caso, que su ilusión era poder tomarse un café en la calle. Ya saben, sentarse en una silla y disfrutar de la calidez del sol mientras ve a la gente pasar. Ahora, gracias a un ‘mágico’ traje puede alcanzar este sueño.
Ha probado tantas medicaciones, ha estado con tantos médicos y especialistas que casi había perdido la esperanza, no de curarse, sino de hacer una vida lo más ‘normal’ posible, sin dolores porque la televisión del vecino esté encendida en una habitación contigua a la suya. Sabe que su enfermedad no se irá nunca, pero deseaba un milagro y parece que ya ha caído del cielo, que un ángel le ha dado un remedio que le puede ayudar a mejorar su calidad de vida. Se trata de un trozo de tela. No es de algodón ni de ningún material derivado del plástico, es de hilo de plata.
Su madre, con la ayuda de una señora que le gusta coser, ha transformado este trozo de tela raro de color plateado y casi trasparente en un traje que impide que la electricidad pase a su piel haciéndole daño.
Un día inolvidable
Se puso la camisa de hilo de plata y los pantalones. Dan un poco de calor. No pesan nada. Se colocó un sombrero de cuero y la malla que le protege la cabeza. Fue al salón y se sentó en el sillón. Su corazón latía a mil por hora. Respiró profundamente y su madre encendió la televisión. Y no pasó nada. Sonia no sintió dolor. Fue la primera vez que probaron este traje de plata. Pero necesitaba comprobar hasta dónde puede llegar vestida así. Salió al pasillo, bajó por las escaleras mientras el ascensor funcionaba y siguió sin sentir dolor. Se montó en el coche de su padre y no vomitó.
Estaba emocionada. No podía creer que esta tela fuera lo suficientemente fuerte como para combatir la electricidad e impedir que siga sufriendo cada vez que se acerca a una bombilla. Fue tal la emotividad del momento que le pidió a sus padres ir a una óptica para poder graduarse la vista. Si el traje sigue funcionando, quizás necesite gafas nuevas para poder ver bien cuando salga a la calle. Todo esto ocurrió el viernes.
Ayer, volvió a salir de casa. Fue a la iglesia de San Agustín de El Real. Allí, le dio gracias a la Virgen del Carmen por este milagro. Fue en esta iglesia donde se encontró con Agustín García, fotógrafo de este periódico, al que conoce desde que era pequeña. Hace cinco días no podían ni encender una cámara delante de ella, pero ayer, con ese traje especial de color plata, consiguió retratarse con sus padres y con el colaborador de el Faro. La última vez que Sonia se hizo una foto fue en el año 2002.
Para los padres de Sonia es un milagro haber dado con esta tela. No pueden curar a su hija, pero ya no sufrirá cuando salga de casa.
Una gran ayuda
Los padres de Sonia contactaron hace un tiempo con otras personas que tienen esta misma enfermedad rara o poco frecuente. Una chica que vive en Madrid les dijo que podían probar a hacer un traje de esta tela de hilo de plata. Pero costaba mucho dinero. En concreto, más de 1.400 euros. La familia de Sonia no podía costearse esta compra.
Fue gracias a los profesores y alumnos del colegio en el que estudió que pudo conseguir este dinero. Con la venta de jabones y la de entradas para un concierto del coro de voces blancas lograron juntar lo suficiente para costear la compra de esta tela especial.
Sonia aún evita salir cuando hay muchos coches en la calle o cuando las farolas están encendidas, pero este vestido de plata le ha devuelto la sonrisa. Aún tiene que probarlo en más situaciones con elementos eléctricos, pero ya no tiene miedo del dolor. Sabe que este traje le protege, que le ha cambiado la vida.