Un mal nombre para una buena iniciativa. Denominar ‘ludotecas’ a los distintos centros que forman la red de apoyo escolar que poco a poco se va extendiendo por la ciudad no ha sido un acierto. El término procede del francés (ludothèque) y éste, a su vez, del latín (ludus, juego) y del griego (-teca, caja). La Real Academia Española (RAE) define esta palabra como “centro de recreo donde se guardan juegos y juguetes para su uso y préstamo”.
Quizá el poco acierto al elegir el nombre sea la mayor crítica que se puede hacer a esta iniciativa. Ahora parece que la intención es sustituirlo por ‘aulario’ (“En un centro de enseñanza, edificio destinado a aulas”, aclara la RAE). El término es mucho más claro y define mejor cuál es el proyecto que pretende llevar a cabo el Gobierno local. Con una inversión mínima para el fin que se persigue, el Ejecutivo melillense quiere aportar su grano de arena a la lucha contra el fracaso escolar. Es cierto que el problema está motivado por muchas circunstancias y que sería pretencioso pensar que se va a solucionar de un plumazo gracias a este tipo de infraestructuras. Las mal llamadas ludotecas son sólo un apoyo de la Ciudad a la Dirección Provincial de Educación en su ingente labor de luchar contra el fracaso en las aulas, una materia en la que Melilla viene ocupando los últimos puestos de la clase entre el resto de regiones del país.
La ciudad autonómica se juega su futuro en muchas áreas. Una de las más importantes es la educación. Del avance en la resolución de este problema dependerá que nuestra sociedad esté más cohesionada, que no albergue diferencias económicas tan grandes entre familias y que no haya individuos que queden apartados del sistema.
Se trata, en definitiva, de contar con ciudadanos mejor preparados, no sólo en el ámbito laboral, sino también para el desarrollo de su actividad social.
Ése es el objetivo que mueve este tipo de iniciativas, que con total seguridad, no serán suficientes para erradicar plenamente el fracaso escolar. Sí servirán para ‘rescatar’ a algunos niños ayudándoles a superar las dificultades académicas que presenten en las aulas, evitando el absentismo y previniendo el abandono escolar.
En consecuencia, la iniciativa y el objetivo en sí no merecen ninguna crítica que no sea para enriquecer el proyecto. Además, no son incompatibles con otras propuestas que vayan en la misma línea.
Es cierto, que la verdadera apuesta contra el fracaso escolar no corresponde hacerla a la Ciudad Autónoma. Las medidas que se toman desde el Gobierno local no pueden enmascarar la necesidad de más inversión en educación en nuestra ciudad, pero la falta de recursos económicos del Ministerio no es motivo suficiente para que el Ejecutivo melillense se quede de brazos cruzados ante un grave problema que está afectando a sus ciudadanos y poniendo en riesgo su futuro. Las dificultades que sufren muchos de nuestros pequeños en las aulas no pueden esperar a que la crisis quede superada y aumenten los recursos del Estado.
El margen del Ministerio de Educación, como el de la totalidad de departamentos del Gobierno central, es mínimo. Este hecho da más sentido aún al esfuerzo económico que realiza el Ejecutivo local para afrontar la situación en la medida de sus posibilidades; siempre con la colaboración de distintas entidades, asociaciones y ONGs, sin cuyo apoyo esta empresa sería imposible.