Los comerciantes del Mercado Medieval se dan por satisfechos con las ventas en plena crisis, pero se quejan del alto precio del transporte. Algunos repetían, pero para la mayoría era su primera experiencia en Melilla, consecuencia directa, quizás, de que la empresa que resultó adjudicataria este año también debutaba. Veteranos o noveles, los comerciantes que durante este pasado fin de semana han desplegado sus puestos en Melilla la Vieja para dar forma y colorido a una nueva edición del Mercado Medieval recogían a última hora de ayer sus bártulos rumbo a nuevos destinos. Algunos madrugarán hoy para, como aseguraban, embarcar en el ferry que a las 9:00 les llevará rumbo a Almería y, de ahí, hasta la Comunidad Valenciana y Cataluña, lugar de procedencia de un buen porcentaje de ellos, aunque también llegaron de otros puntos de España, desde Andalucía a Galicia.
José Vallés, presidente de Melilla Monumental, se limitó ayer a reconocer que la iniciativa ha marchado “bien, muy bien”. El balance oficial no se conocerá hasta mañana, cuando se presenten los datos en rueda de prensa. Sin embargo, los comerciantes que entre el viernes y ayer han ejercido como uno de los grandes atractivos del certamen hacían su particular resumen mientras apuraban las últimas horas de venta del domingo. Versiones para todos los gustos, desde los muy satisfechos hasta los desencantados, pero salvo excepciones todos bajo un denominador común: pocas ventas aunque suficientes para los tiempos de crisis galopante y, sobre todo, quejas por el alto coste del transporte marítimo.
Conrado Muñoz, ataviado con su preceptivo disfraz de época, trajo desde Elche a Melilla los olores de sus cuencos aromáticos. Al otro lado del mostrador dibuja un gesto de duda con la cabeza, pero al final concluye que su primera experiencia en la ciudad ha sido “buena”, con un público “que se implica” pero que, por razones que no llega muy bien a entender, “ha subido todos los días muy tarde”, dando así por perdida buena parte de la jornada de venta. Y en su diagnóstico sale a relucir el obstáculo en el que coincide buena parte del gremio que estos días ha compartido calle con él. “Volvería, pero hay que pensárselo bien. Sale muy caro llegar hasta Melilla por los gastos del ferry y también los costes aduaneros. Pero era una oportunidad, hay que trabajar...”, sentencia.
Unos puestos más arriba, Mónica no es tan optimista. Su ‘stand’ de artesanía no ha recibido la afluencia de visitantes que presagiaba. “Se ha notado mucho la crisis”, confirma. Es su tercera visita desde Granada, la ciudad donde tiene instalado su negocio principal. ¿Repetirá? “Hay mucha crisis y es comprensible que haya menos ventas, pero para venir a Melilla hay que hacer cuentas. El barco es muy caro. Ahorramos en alojamiento porque dormimos en las furgonetas, pero pese a eso para tres días el trayecto es costoso”, confirma. De la evidencia de que los bolsillos están este año menos poblados da fe su balance de ventas: “El público ha comprado poco, pero sobre todo objetos baratos, básicamente collares y sortijas. Nada que fuera más caro”.
El apunte más optimista lo arrojan los establecimientos especializados en gastronomía, un reclamo que, al parecer, siempre funciona. Es al menos lo que ayer constataba Elisabeth, responsable de Gisdi Artesans, una firma con sede en Gerona que viaja por toda España con sus embutidos. “En general nos ha ido bien. El público ha estado muy predispuesto para la fiesta y para la compra. Ha sido nuestra primera vez y, si podemos, repetiremos. Nos han acogido bastante bien”, relataba.
Mientras los comerciantes hacían balance, el Mercado Medieval apuraba sus últimas horas. Los últimos pasacalles, animaciones y cómicos devolvían al visitante, durante unos instantes, a la época de castillos, torneos, estandartes, señores y vasallos. Melilla la Vieja volverá hoy al siglo XXI y los responsables de los puestos, con mayor o menor venta en las alforjas, con más o menos intención de regresar, tomarán rumbo hacia otro punto de España. Algunos comentaban que su nuevo destino es Santander. Otros, simplemente, celebraban volver a casa para descansar unos días.