EL presidente Juan José Imbroda hizo ayer balance de la primera parte de su mandato. Al igual que en el resto de España, los dos años que dejamos atrás desde las elecciones autonómicas de mayo de 2011 han sido un período duro para el conjunto de los ciudadanos. La política de recortes y ajustes impuesta con la llegada de Rajoy a La Moncloa tras su victoria en los comicios generales en noviembre de ese mismo año ha obligado a la población a hacer muchos sacrificios. La recompensa anunciada debería de ser la reactivación económica de nuestro país tras la acelerada caída desde 2008 a causa, entre otros motivos, de la ausencia de medidas decididas para afrontar la situación.
Hasta ahora la salida del túnel era sólo un deseo, era el ‘premio’ prometido con cada una de las duras decisiones adoptadas tanto por el Ejecutivo central, como por los gobiernos autonómicos o en el ámbito de los ayuntamientos. Una vez superada la mitad de la legislatura, los efectos de ese fuerte ‘tratamiento’ tienen que empezar a notarse en la salud económica del país. El presidente Imbroda anunció ayer una “apoteosis” económica en Melilla a partir de ahora. Hasta sus más acérrimos ‘enemigos’ políticos deberían estar satisfechos de darle la razón si acertara en sus previsiones. Probablemente también la mayoría de ellos se conformaría con que la recuperación fuera más pausada pero cada vez más palpable. Y sobre todo se sentiría complacido con que tuviera un efecto directo ante el desempleo, que en esta ciudad afecta a 12.364 personas.
Quedan dos años por delante. En 2015 los ciudadanos deberemos analizar si tanto sacrificio ha merecido la pena o si el ‘premio’ anunciado no ha pasado de la categoría de simple promesa.