EL mercado inmobiliario no termina de ajustarse (a la baja) en Melilla. En el resto de la península tardó lo suyo, pero cualquiera que se dé un paseo por una oficina bancaria elegida al azar en Andalucía, Murcia o Valencia encontrará chollos por 60.000 euros o incluso menos. Aquí en la ciudad se puede entender que el suelo es el que es; que en los tiempos del boom urbanístico los precios no subieron como en otras autonomías y lo que poco sube, poco puede bajar... pero lo que cuesta trabajo digerir es que ahora, en 2013, con el ladrillo pasando las de Caín, el metro cuadrado en Melilla se pague más caro que antes de que empezara la crisis. No ajustar a tiempo los precios de los pisos llevó a muchas inmobiliarias a bajar la persiana en la península. Entre otras cosas porque los compradores aguantaron a que se abarataran las viviendas y cuando por fin se redujeron los precios, los bancos ya habían encarecido tanto el valor del dinero que pedir un préstamo hipotecario dejó de estar al alcance de la clase media. En eso los americanos nos dieron a los españoles una lección aún incomprendida. Cuando el escándalo de las ‘subprime’ estalló en América, las inmobiliarias de Estados Unidos vendieron los pisos a precio de saldo inmediatamente. En cuestión de meses, el mercado volvió a ser el de siempre. España esperó lo suyo y así lo ha pagado de caro. En este país la gente había invertido todos sus ahorros en ladrillo y no hay nada que moleste más que no haber vendido a tiempo y no poder ganar lo que ganó el vecino. Ahora en Melilla nos encontramos con precios por las nubes. Puede que los que venden crean que la crisis se acabará mañana y que más vale aguantarse. Mientras tanto, los carteles de ‘Se vende’ se fosilizan en las fachadas. El mercado no se mueve y el sector se asfixia.