La fotografía es por fin una realidad después de un año de reuniones, desencuentros, mediaciones y ruptura de negociaciones. Ayer la máxima representante de la patronal, Margarita López Almendáriz, y los dirigentes de CCOO y UGT en la ciudad, Caridad Navarro y Alonso Díaz, posaron con las manos entrelazadas para inmortalizar el acuerdo del reparto de las bonificaciones de las cuotas de la Seguridad Social. Han necesitado un tiempo que nadie previó que iba a ser tan prolongado cuando se sentaron por primera vez a negociar. Ni siquiera la senda recorrida por los empresarios y trabajadores de la ciudad hermana de Ceuta ha servido de guía para acelerar el acuerdo. Allí la firma fue un mero trámite porque el pacto se daba por hecho. Aquí se ha regateado cada punto. Sindicatos y patronal han echado un pulso y al final el acuerdo ha llegado casi por agotamiento. La espera ha sido tediosa para ambas partes, pero sobre todo para los trabajadores, que han visto cómo pasaban los meses sin que se produjera ninguna variación en sus nóminas.
La vista de esos folios con la rúbrica que ayer estamparon los representantes de los empresarios y los trabajadores es la prueba de hasta qué punto es importante la crisis económica que sufre el país. Hace sólo unos años el reparto de las bonificaciones se habría acordado en un ‘par de tardes’. Entonces, cuando un aprendiz de brujo no necesitaba mucho más tiempo para convertirse en ‘experto’ economista, la cuantía económica por la que ahora se ha discutido durante un año no hubiera merecido los actuales quebraderos de cabeza. Hoy la crisis obliga a hacer cuentas sin despreciar las monedas sueltas de los bolsillos. Hasta la ‘calderilla’ sirve para llegar a fin de mes o para cuadrar un balance. De ahí la importancia de un acuerdo como el firmado ayer, que puede suponer que la nómina de un trabajador aumente entre 40 y 90 euros cada mes en función de su base de cotización. La suma no es nada despreciable si se calcula lo representa cada año para una economía familiar.