Los vecinos de El Poblado de Cabrerizas se pusieron manos a la obra con el sacrificio del borrego en cuanto acabó el rezo. Nada más acabar el rezo de la explanada junto al campo de fútbol de La Legión, la numerosa familia de Fatima, una vecina de El Poblado de Cabrerizas, se puso ayer manos a la obra con el sacrificio de los tres borregos que han comprado este año para cuatro familias. “El año pasado tuvimos cinco y aunque siempre digo que no, que el próximo no me pongo a cocinar, al final termino haciéndolo”.
En la terraza de la casa, mientras dos hombres desollan el primero de los borregos, las mujeres se afanan en la laboriosa tarea de lavar las vísceras. A su lado, los niños absortos, disfrutan con el ajetreo de la jornada.
“Lo hacemos en casa porque es la manera tradicional. Casi nadie mata el borrego en el matadero. Preferimos mantener nuestras costumbres”, explica Fatima.
“Después de limpiar los callos es cuando desayunamos hígado al carbón. Nos reunimos toda la familia, nos felicitamos la fiesta y desayunamos. Después terminamos con el borrego y lo preparamos. Empezamos por limpiar los callos, a los que se les pone limón y sal antes de volver a limpiarlos y meterlos en la olla con aceite, cebolla, ajo, especias morunas y pasas. No hay ningún secreto para que queden buenos. Sólo son callos”, explica con modestia Fatima, la matriarca de la familia que asegura que para la noche tenía pensado preparar la cabeza del borrego al vapor con comino y un poco de sal.
Hoy su familia desayunará con pinchos y al mediodía hará las patas en el horno y un guiso con tomate, albaricoque, almendras y aceitunas.
Todo un día en la cocina
En la otra punta de la ciudad, en el barrio de La Libertad, Nora está a punto de desayunar con sus cuatro hijos, su esposo Farid, y una vecina que no es musulmana, pero que se reserva cada año para acompañarlos en el ágape y degustar los dulces que Nora lleva todo un día preparando.
“Empecé a prepararlo todo por la mañana y terminé por la noche. Lleva mucho trabajo, pero me gusta preparar dulces caseros para mi familia”, explica Nora.
En el salón de su casa hay dos mesas hasta los topes de dulces, pastas y té. “He preparado cuscús con leche y calabacín, pañuelos y jeringos morunos, pañuelos rellenos de carne, tarta de galleta con nata, mermelada y flan; tarta de manzana, roscos y bizcocho. También compro pastas”.
“Las recetas las aprendí de mi familia. Lo más trabajoso son los jeringos y los pañuelos porque hay que amasarlos mucho”, explica Nora, que no tiene pudor en reconocer que después de esta fiesta que apenas dura tres días, termina con tres kilos de más.
El desayuno en su casa empieza después del rezo colectivo. Poco después de la diez de la mañana, la familia se reúne al completo, todos vestidos de fiesta porque es costumbre recibir a amigos y vecinos que pasan a felicitar la Pascua Grande.
Una vez degustados todos los dulces que ha preparado Nora, los mayores se cambian de ropa y se suben a la terraza de la casa donde sacrifican el borrego.
Y a la una de la tarde vuelven a la mesa, esta vez para probar los pinchitos de hígado asado que ha preparado Nora. “Llevan cebolla, ajo, cilantro y especias moruna. El secreto está en ponerles mucho aceite”, confiesa la cocinera.
Es fiesta y a las tres de la tarde ya están listos los callos con tomate, cebolla, ajo y especias morunas. Y de nuevo, a comer.
“Termino muerta de cansancio porque los callos son muy trabajosos, sobre todo, limpiarlos, pero me gustaría hacerlos otra vez y otra vez. Es un día especial y mis hijos son felices porque se encuentran con todos sus primos”, apunta Nora que aún no ha terminado con la comida del Aid El Kebir y ya está pensando en que para hoy preparará carne al vapor con ensalada y patatas fritas.
“Desayunamos pinchitos los tres días y de verdad, cogemos muchos kilos, pero luego, cuando todo vuelve a la normalidad, se quitan solos. Lo peor es que en Navidad, que la celebramos por los niños, volvemos a cometer excesos”.