Ayer, tras despachar con el Rey don Juan Carlos, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, anunciaba que la ayuda de 400 euros para parados de larga duración sin ingresos e inscritos en itinerarios de formación se iba a seguir prestando, aunque con algunas mejoras, de las que todavía no se ha conocido detalle. La decisión de Rajoy, que será ratificada el próximo día 24 en el Consejo de Ministros y que tendrá carácter retroactivo desde el 16 de agosto, fecha en que estaba prevista su retirada, debe ser aplaudida por todos. Y de hecho, así ha sido, y seguramente, mucho más por aquellos que tienen un futuro demasiado negro ante ellos y que cuentan con este mínimo dinero para poder poner un plato en la mesa.
Sin embargo, lo que realmente sorprende y deja un poco estupefacto, es la postura, primero del PSOE en atribuirse el mérito de que el Ejecutivo haya decidido cambiar de opinión, y segundo, que algunos dirigentes del PP le canten las cuarenta a los socialistas por precisamente colgarse la medalla.
La cuestión no debe estar en quién, qué o cuántos tienen algo que ver con esta decisión. Hay que mirar a los beneficiarios, a esos que son un número importante de españoles que al menos por seis meses tendrán una mínima posibilidad de afrontar la dramática situación de sus hogares.
Que los políticos de uno y otro color dejen de tirarse trastos a la cabeza, colgarse o descolgarse medallas y que comiencen a trabajar y buscar soluciones para ofrecer a todos los españoles la posibilidad de no tener que solicitar esa ayuda.
Actitudes como ésta son precisamente las que provocan que los ciudadanos otorguen a los políticos tan malas calificaciones.