El estudio de la red de distribución de agua para detectar posibles fugas tendrá un coste de 1.500.000 euros. Con ese dinero la Ciudad y la Delegación del Gobierno esperan encontrar alguna respuesta al sorprendente alto nivel de consumo de agua que se registra en Melilla. Precisamente, esta circunstancia se produce en una ciudad que no cuenta con recursos hídricos suficientes y se ve en la obligación de tener que ‘fabricar’ su agua, lo que acarrea un alto coste tanto económico como ambiental.
Quizás se encuentre en el subsuelo la explicación a los 400 litros diarios que, según la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, consume cada melillenses por termino medio. Tal vez sea así, pero aquí arriba lo que se echa en falta son campañas informativas para concienciar a los ciudadanos sobre la necesidad de ahorrar y de hacer un consumo responsable de un bien escaso y caro. En otras regiones del país, especialmente en la zona del Levante, este tipo de campañas se desarrollan de manera continua para que sus habitantes no dejen de ser conscientes de que en el ahorro de agua les va la prosperidad.
En Melilla no nos sobran demasiadas cosas y el agua no es una excepción. Por ello es necesario empezar a invertir. Son importantes infraestructuras como la cuarta fase de la desalobradora, que aportará parte del agua que aún falta para hacer posible el consumo de agua para beber directamente salida del gripo. Es necesario comprobar que la ciudad cuenta con una red de distribución de calidad, que garantice que el riesgo de fugas es mínimo. Y es fundamental tomar medidas para asegurar que el consumo que realizan los ciudadanos y las empresas no supera innecesariamente el nivel imprescindible para cubrir sus necesidades. Si estas tres medidas no se emprenden al mismo tiempo y de manera coordinada, los esfuerzos servirán para bien poco porque toda el agua que se produzca nunca terminará de ser suficiente.