En una nueva jornada del seminario ‘Melilla modernista e historicista’ que organizan la UGR y la Fundación ‘Ciudad Monumental’. El novelista Severiano Gil y el historiador Miguel Villalba fueron los dos ponentes que ayer intervinieron en el Seminario Permanente de Historia del Arte 'Melilla Modernista e Historicista’, organizado por el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Granada y la Fundación ‘Melilla Ciudad Monumental’, que se inauguró el pasado lunes.
Bajo el título ‘Melilla y su historia: testimonios a pie de obras’, Gil hizo un repaso de la semblanza de Melilla “la cronología de su historia desde la época de los fenicios hasta la actualidad”.
Según explicó en declaraciones a El Faro, el propósito de esta charla es “que sirva de base” bien a los siguientes ponentes, bien a los alumnos, para situar en el tiempo y en las circunstancias del momento el resto de acontecimientos sobre los que van a centrar sus conferencias los diferentes ponentes.
Buena parte de la charla estuvo marcada por los 400 años de Melilla en la Fortaleza, aunque también habló del tratado de límites, de la importancia del puerto franco y de la llegada de los judíos.
Igualmente reveló como momento importante de la historia más reciente, ya en el siglo XX, la explotación de las minas y de cómo a, partir de ese momento, comienza a extenderse el territorio más allá de Melilla La Vieja. Todo ello, evidentemente, salpicado con las campañas del Protectorado.
Por su parte, Villalba centró su charla en los inicios de Melilla. Así, y bajo el título de ‘Los Alguaciles de Melilla’, relató como éstos se ofrecen como vasallos a los Reyes Católicos a cambio de propiedades y títulos en la península, ante el temor de la llegada del imperio turco a esta zona, y por el hambre y las epidemias que asolan el territorio.
Villalba recordó que a cambio de ese vasallaje se hizo entrega a estos alguaciles de varias propiedades en Torrox y Vélez Málaga, dos ciudades de la Costa del Sol, así como que todavía viven algunos descendientes de estos alguaciles en España, aunque ya “prácticamente sin el apellido de Melilla”. Sólo existe un caso, según indió, el de una mujer que tiene su residencia en Sevilla, pero que si bien tiene descendencia, por aquello de la tradición española de que sólo se mantienen los apellidos del padre, el de Melilla se perderá.
También indicó que el apellido no se queda sólo en España, sino que se sabe que llegó a Sudamérica y que, por ejemplo, en Uruguay, existe un territorio denominado Melilla, nombre que procede de uno de los descendientes de estos alguaciles allá en el siglo XVIII.