Recordó las visicitudes que pasó en 1980, cuando se empeñó en recuperar la Romería del Rocío, que desde entonces se celebra en los Pinares de Rostrogordo. La familia propia –mujer, hijos, nueras y nietos– y la gran familia del Rocío fueron las protagonistas ayer del discurso que ofreció en la iglesia de Santa María Micaela el pregonero de este año del Rocío, José Imbroda Domínguez.
El primero en tomar la palabra, de todas formas, fue el viceconsejero de Festejos, Francisco Díaz, antecesor en tales menesteres, y quien dijo de Imbroda que era un “buen hombre, valiente y fuerte” del que había aprendido mucho.
Imbroda se dirigió entonces a todos los presentes, en primer término para agradecer al hermano mayor de la Cofradía, Gregorio Castillo, que le hubiera nombrado para tal fin; y en segundo, para dar las gracias a la Virgen por su familia.
Los mayores elogios fueron para su mujer, Purita, “quien curiosidades de la vida, hoy está impedida en una silla de ruedas pero posee el título de ‘correcaminos’ que precisamente le otorgó esta cofradía”.
Imbroda se deshizo en halagos hacía su mujer, de quien dijo que era devota de la virgen del Rocío, y también hacia todos sus hijos, nueras –“que son como nuestras hijas”– y nietos.
A pesar de reconocerse como un hombre “no muy semanasantero”, sí dijo que sus vínculos con esta cofradía eran importantes, primero por el amor que su mujer tenía hacía ella y segundo, “por el Encuentro, uno de los pocos pasos que veo y que siempre me llena de alegría”.
También recordó su relación con la virgen del Rocío, y cómo, en 1980, siendo responsable de Festejos, se propuso recuperar la tradición de la Romería.
Relató entonces las vicisitudes de aquel año, su intención de llevar a la Virgen a Rostrogordo y los obstáculos que hubo que salvar para poder conseguir una carreta, que cómo indicó, prepararon unos soldados en la plaza de toros de la ciudad.
Recordó con añoranza que ese grupo de soldados, al mando del cual estaba el cabo Sevilla, le trasmitieron el amor y la fe ciega en la Virgen, y a pesar de que en un principio no las tenía todas con él de que pudieran hacer bien su labor de montar esa carreta, al final reconoció que eran “gente responsable” y “que hicieron un buen trabajo”.
Ese fue el inicio de la recuperación de la Romería del Rocío en Melilla, según dijo, que en ese primer año se realizó con la Virgen, pero que a partir de entonces ya se haría con el ‘Sin pecado’; y rememoró que fue precisamente aquél 1980 “cuando creció en mi la devoción por la Virgen y a partir de entonces le pido todo”.
Animó a los presentes a que hicieran lo mismo, y aseguró que “no se puede ser rociero si uno no se siente hermano del que pide ayuda”.
También tuvo palabras de halago para los hombres de trono, muchos de ellos presentes en la iglesia, a quienes dijo que debían sentirse orgullosos “por ser los pies de la Virgen”.
Por último, y dirigiéndose a la Madre de Dios, “te pido que me recomiendes a tu hijo, para que, aunque no me lo merezca, me deje ser un ángel para cuidar de mis nietos”. “Gracias por dejarme querer y cuidar a mi familia y estoy preparado para cuando quieras llamarme”.
El cierre de esta noche de pregón vendría marcado por la música, primero con la Banda de Tambores y Cornetas de la Cofradía y segundo por el tenor Sebastián Alarcón, que en nombre de Imbroda cantó un ‘Ave María’ y posteriormente regaló al pregonero de este año con una versión de ‘A mi manera’.