Los denominados ‘indignados’ han decidido volver a echarse a la calle un año después de que surgiera este movimiento. Varias ciudades españolas asistieron ayer al renacer de concentraciones y actos similares a los vividos en 2011 por estas fechas. Quizás, doce meses después, sea el momento de analizar los logros conseguidos por estos ciudadanos, examinar las luces y las sombras de sus protestas y comprobar qué platillo de la balanza es el que pesa más.
Las movilizaciones de hace un año de los ‘indignados’ sirvieron para dejar patente que había muchos ciudadanos en este país a los que su ‘indignación’ por la situación económica y política les empujaba a echarse a la calle. Más tarde, la ‘indignación’ surgió entre los propios ‘indignados’ y una parte de quienes habían apoyado inicialmente ese movimiento de manera entusiasta se declaraba ‘indignada’ con los ‘indignados’. Finalmente, la deriva de este movimiento, el paso del tiempo, el cansancio y la falta de resultados palpables acabó por dejar en manos de los más radicales los últimos reductos de la protesta.
Ayer, con la misma indignación o más que hace un año, numerosos ciudadanos volvieron a echarse a la calle para dejar patente que, a su entender, nada ha cambiado desde entonces si no ha sido para ir a peor. Nuevamente la Puerta del Sol en Madrid volvió a convertirse en el epicentro de la protesta. Y, como era de esperar, no se respetaron los límites de tiempo acordados para la concentración. Plantaron cara a las autoridades y se salieron con la suya. Ésta ha sido la primera ‘victoria’ de los ‘indignados’ este año como ganaron otras muchas ‘batallas’ a lo largo de los últimos doce meses. Y, sin embargo, acabaron perdiendo la ‘guerra’ a medida que su imagen se fue deteriorando con posiciones radicales en las que sólo parecía valer sus argumentos. Un año después nada parece haber cambiado. Los ‘indignados’ vuelven a pasear su ‘indignación’ por las calles al tiempo que generan recelos con comportamientos que sólo tratan de poner en un aprieto a las autoridades, sin caer en la cuenta de que con esas actitudes ya han empezado a perder adeptos.