La periodista y escritora Pilar Urbano estará hoy a las 20:00 horas en el Salón Dorado presentando su nuevo libro, ‘El precio del trono’, en las V Jornadas Literarias de la ciudad.
La periodista y escritora Pilar Urbano estará esta noche a las 20:00 horas en el Salón Dorado del Palacio de la Asamblea presentando su último libro, ‘El precio del trono’, en las V Jornadas Literarias de Melilla. Los melillenses podrán conocer de cerca a esta escritora y acercarse para que les firme su ejemplar de esta última obra. Urbano comentó en El Faro las principales características de este libro, las dificultades que encontró en el camino de su investigación y su opinión sobre cual sería el límite de un periodista, es decir, el precio que no debe pagar por hacer su profesión.
–Su vinculación con Melilla viene desde la infancia.
–He pasado en Melilla todos los veranos de mi infancia y mi adolescencia, unos trece. Por tanto, son unos recuerdos de mucha felicidad, muy luminosos y muy campestres, pues estábamos en una finca a las afueras de Melilla. Son recuerdos de familia, competiciones deportivas, natación juegos y donde yo procuraba madrugar mucho para estirar los días y vivir así más aventuras y hacer más ‘fechorías’.
–Pero es la primera vez que presenta una de sus obras en la ciudad.
–Sí. Desde el año 1954 no había vuelto a Melilla, aunque tengo aquí enterrados a mi madre y mis abuelos.
–¿Qué detalles contará de su libro esta noche para los melillenses?
–Voy a hacer un rápido traveling a través de la Guerra Civil, Guerra Mundial y Guerra Fría, que son los tres grandes conflictos que están detrás de la historia que cuento. El libro narra como el trono de España lo pierde Alfonso XIII, lo confisca Franco, no se lo entrega a Don Juan, le puentea, y al final lo toma y lo consigue Juan Carlos. Esto que en un principio puede parecer una historia que se desarrolla entre Estoril, Zarzuela y el Pardo, pues no. Tiene un circuito de un alcance mayor y más internacional. Hay intereses más grandes en juego, políticos, estratégicos, defensivos, que son extranjeros. Son unos señores los que mueven los hilos. Hay protagonistas muy interesantes que actúan desde Washington o Wall Street, que es donde está el dinero, el verdadero poder; o de Bruselas, que es donde está el centro neurálgico de la OTAN. Son poderes reales que propician quién puede secundar sus intereses.
Juan Carlos es un príncipe que desde 1968 es apadrinado por la Casa Blanca porque puede introducir a España en la OTAN y garantizar las bases en el Mediterráneo. Esta historia tan simple va a hacer que Juan Carlos tenga el patrocinio también de Franco, es decir que él y los intereses exteriores van a una. Es un libro que tiene un tramo político de historia gris que no hemos conocido porque no ha estado desclasificada esta información pues estaba en documentos secretos. Pero también de historia negra pues aparece ETA, la CIA y su implicación con la muerte de Carrero Blanco.
Luego hay tramos humanos, en los que se ve la biografía de un muchacho tímido y no muy bien dotado, en un principio; un Juan Carlos niños que viene de becario, pupilo o aprendiz de Franco. Y que vive huérfano, pues sus padres viven en el exilio y tiene que hacerse y fraguarse en la aspereza. Es la historia de cómo se fábrica un rey en la soledad, en la dificultad y en el riesgo, y teniendo que estar muy acompañado y muy solo. También tuvo que aprender a ser prudente y a callar. A aprender del galleguismo de Franco, de oír, escuchar y callar. No decir lo que opinaba y no decir que él iba a ser la democracia, que iba a enterrar el franquismo y que no iba a ser el seguidor de Franco.
Por otra parte, puenteó a su padre. Franco a su padre no le dio la mano nunca. En el libro se va viendo, con hechos, como Don Juan Carlos se va haciendo a sí mismo y en qué momento Sofía va dándole seguridad y empieza a ser su compañera.
Tiene muchos datos inéditos. Voy a contar lo que no contaron. Sigue habiendo muchos temas que abordar. España oficialmente es secreta, está sin desclasificar y ha habido que romper los lacres, entrar en muchos archivos de la CIA y del departamento de estado y de embajadores extranjeros que son por los que me he enterado de nuestra historia.
–En este libro veremos que Don Juan Carlos no es un títere.
–No es un títere, pero sí que empieza a reinar con un terreno de juego muy marcado por Estados Unidos. Ellos le dicen que no tenga prisa en abrir el campo democrático y le marcan el ritmo, ni demasiado parsimonioso ni rápido. Además, le dicen con quién tiene que jugar y con quién no, cómo hacer caso a los partidos de centro y dejar a los socialistas esperando y fuera a los comunistas. Luego tiene que entrar en el juego de las empresas y de los sindicatos, tiene que quitarse de encima al fascismo y entenderse con el franquismo. No es un títere y no es una marioneta de los que mueven los hilos, pero está esponsorizado por ellos.
–¿Cuáles eran los objetivos principales de este libro? ¿Se han cumplido sus metas?
–Creo que he ido más allá del objetivo. Yo quería rastrear y ver quién era Juan Carlos y cómo se formó el Rey. Los seres somos acumulativos y vamos recogiendo historias y experiencias y quería ver cómo se había ido formando y haciendo ese muchacho para llegar a ser Rey. Pero luego veo cómo consiguió el trono. Cómo llegó a soportar 27 años de franquismo sin comulgar con el régimen y sin ser expulsado o ser sospechoso. Cómo se ganó a la oposición. Los emisarios, los contactos que tenía, los mensajes que mandaba, cómo recibía a personajes en la Zarzuela que luego serían gobernantes, pero que en aquellos momentos estaban en la ilegalidad. Eran cosas atrevidas.
Y luego había una serie de mitos del franquismo que había que desmitificar, como que Franco sí pactó con Hitler, que Alfonso XIII sí financió el golpe de Estado de Franco y la Guerra Civil o que Juan Carlos negoció con el marqués de Villaverde la retirada de Franco en vida, aunque no lo consiguió.
–¿Le preocupaba abordar la historia de un personaje tan destacado de la historia de España como el Rey?
–No. Tengo un eslogan que es un lema en mi vida, que es informar con rigor, sin favor y sin temor. Lo primero es muy importante. Cuando tienes una verdad muy bien confirmada que la tienes poliédrica, es decir, que todas las facetas coinciden y encajan en todos sus ángulos, si vale la pena, es verdad y construyes historia, hay que dársela al pueblo. A veces hay verdades que pueden escocer o molestar a algunos y también está las que no son necesarias, es decir, que son verdad, pero no construye historia sino que destruye una buena fama. Pero lo que yo he ido buscando son cosas que construyeran historia y sólo las he dado cuando las tenía con rigor. No soy periodista de cabecera de nadie. Ni del rey ni de nadie. Soy periodista de los lectores y de los ciudadanos.
–¿Es complicado cuando se tiene toda esta documentación no dejarse llevar por una interpretación propia a la hora de escribir la historia?
–En esto he tenido la preocupación continua de distanciarme de los personajes. A mi editor le decía que estaba escribiendo como si estuviera en Groenlandia, lejos; y como si estuviera en el siglo XXIII, para que no hubiese querencias ni filias ni fobias. Lo digo de un modo más claro: objetividad mineral. Alguien me dijo que Franco quedaba simpático, que a Don Juan Carlos le trataba de forma más severa o que yo no aparecía en el libro. Pero les digo que no soy yo, sino los hechos. Yo soy una pluma que escribe o unas teclas.
–¿Este libro serviría de consulta para los estudiantes y para los adultos que vivieron esa época, pero de la que desconocen tantos datos?
–Eso es lo que me dijo Miguel Oriol, un arquitecto de Madrid. Me comentó que el libro se lee como una novela, pero que se aprendía como de una enciclopedia. El éxito es que tiene una lectura muy amable y atrapa al lector. Se lee como una novela y con emoción e impulso, por ejemplo, cuando se narra cómo Juan Carlos mata a su hermano en un accidente. Y por otra parte, se va aprendiendo. Personas mayores y personas jóvenes me lo han dicho e incluso algún profesor de periodismo me ha comentado que lo pondrá como una asignatura optativa porque es un modo de conocer los últimos 50 años de historia de España.
Además, lo están leyendo hombres y mujeres, que es una cosa curiosa en un libro. Cuando voy a firmar libros la cola es muy heterogénea, jóvenes, mayores, hombres y mujeres. Así como el libro de la Reina fue un éxito para las mujeres y en otros como el del 23F, la mayoría de los lectores eran hombres.
–¿Prepara sus preguntas en las entrevistas para lograr el titular que desea del personaje?
–El personaje es el que tiene que decir lo que quiera y el periodista es el que tiene que sonsacárselo. El periodista tiene que tener un gancho. A mí me gusta la técnica del embudo, ir poco a poco hasta llegar a un clima de confianza en el que el personaje se abra. Cada entrevistado tiene una clave, a veces es provocar el amor propio, otras veces es la vanidad del personaje, otras plantearle una duda que él pensaba que no se sabía y se le formula un reto para que explique cómo pasó eso. La clave secreta depende de cada personaje. El periodista debe ir con los temas pensados, pero no con las preguntas redactadas. Es más, el cuestionario no puede ser un cepo o una mordaza, sino que debe saber salirse de las preguntas si el personaje en la primera o segunda pregunta deriva a unos terrenos que tú no sospechabas que iba a abordar y que es más interesante que lo otro que está apuntado.
–¿Por qué eligió el título ‘El precio del trono’? ¿Realmente el Rey pagó un alto precio por reinar?
–Tenía ochenta y tantos títulos y al final me gustó ese. Iba por la calle y estaba mirando una tienda de chinos y pensé que ‘precio’ y ‘trono’ eran palabras fuertes. ‘Trono’ ya me indicaba algo y con la foto en la portada del libro de Don Juan Carlos no era necesario explicar de quién se trataba. En realidad la historia es la búsqueda del trono. La pasión del trono y de la corona es el objetivo de uno que quiere reinar y Juan Carlos tenía este objetivo.
Y sí tuvo que pagar un precio por ese trono. Un precio moral y político. Y es lo que yo cuento.
–Muchos periodistas pagan un precio por ejercer su profesión. ¿Cuál sería el límite?
–Cada uno tendrá el suyo. Para mí es no tener más yugo que la verdad. Habría que negarse a mentir, a adulterar. Decir sólo la verdad, aunque no decir toda la verdad, pues es cierto que no siempre se puede contar. Los reyes van al retrete, pero esa verdad no interesa. La verdad que construye historia, la de interés público sí. Lo que importa al pueblo son las verdades que afectan a su bolsillo, a su honra, a su libertad, a la paz, a la guerra, a la educación de sus hijos, a la convivencia o a su modo de vida.
–¿Cuáles son sus siguientes proyectos?
–Eso no se puede decir, pero desde el momento en el que puse el último punto en este libro ya tenía preparada la carpeta del tema siguiente. Eso es sorpresa.
–En este caso, ¿qué ingredientes tiene que tener una historia para que decida abordarla con una investigación exhaustiva?
–Debe tener cosas que me interesen a mí y al lector. Es decir, cosas que el lector quiera saber. El lector paga el precio, que es lo que cuesta el libro. Sólo me voy a meter en una faena que sé que a los lectores le va a interesar.