Al igual que el resto de las grandes ciudades españolas y de las de cualquier país desarrollado, Melilla contará con una gran superficie comercial lo quieran o no sus comerciantes. Quizás no sea este año, tal vez será posible retrasarlo un poco más, puede que los promotores de ese negocio acaben decantándose por Nador, pero, sin ninguna duda, en los 12 kilómetros cuadrados de Melilla o en sus proximidades habrá una gran superficie comercial a la que acudirán a comprar sus ciudadanos. Es así básicamente por una única razón: Un empresario o grupo de empresarios han visto una posibilidad de negocio y, si les salen las cuentas, lo pondrán en funcionamiento con todas sus consecuencias. Y si no, llegarán otros con más habilidad para los números y retomarán la idea sin que tenga una excesiva relevancia si los políticos o los comerciantes del lugar les reciben con los brazos abiertos o les dan la espalda. Basta con que los melillenses deseen contar en su ciudad con una gran superficie para que ésta llegue y se instale ante la expectativa de un posible beneficio económico.
Por lo tanto, las reuniones del Gobierno local con los sindicatos y comerciantes pueden ser una auténtica pérdida de tiempo, si pretenden enfrentarse a lo inevitable, o un provechoso intercambio de impresiones, propuestas y experiencias si deciden aceptarlo. En esta ocasión, lo inevitable, que en algún contexto puede ir asociado a lo trágico, no es otra cosa que una fuerte competencia ante la que los comerciantes van a tener que aprender a reaccionar y mejorar sus negocios para poder superar el envite. Como ha ocurrido en otros sitios antes que en Melilla, algunos comercios echarán definitivamente el cierre al mismo tiempo que otros abrirán al calor de nuevas oportunidades. Pero lo cierto es que, tarde o temprano, Melilla tendrá una gran superficie comercial. Así ha pasado en casi todas las grandes ciudades del país y Melilla, afortunadamente, está ‘condenada’ a contar también con una.