Cinco congoleños internos en el CETI de Melilla han formado un grupo de música con el que quieren mostrar la cara menos amarga de su realidad diaria.
La música es para muchos una forma de vida, para otros una afición y para algunos una profesión. Pero además es una forma de expresión y de interacción que en algunos casos va más allá de lo meramente artístico.
Julius, Tresor, Robert, Predice, Papi y Anderson llevan unos diez meses viviendo en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Melilla. Llegaron a la ciudad procedentes de El Congo en busca de nuevas oportunidades, pero como sucede en muchos casos, se chocaron de bruces con una realidad muy distinta. Ahora esperan en el centro sin tener muy claro qué sucederá con su futuro.
La historia de estos tres inmigrantes no difiere mucho de la de los más de 800 que actualmente viven en un CETI desbordado. Sin embargo, la música le ha dado a su realidad un giro, pero sobre todo una esperanza y una razón que hace que la espera sea un poco menos desesperante.
En la puerta del CETI, donde entran y salen decenas de personas constantemente, Julius y Tresor cuentan cómo surgió el proyecto de lo que ahora es un grupo musical, ‘Ceti Star’, que realizó su primera actuación en la semana cultural del centro.
Predice, uno de los guitarras del grupo, fue el que dio comienzo a esta iniciativa. Pero no hubiera sido posible sin la ayuda de uno de los guardias de seguridad de la puerta, de donde entran y salen todos. Tahiri paseaba por las calles del complejo una mañana cuando vio a Predice tratar de hacer música con una guitarra practicamente inservible y decidió darle una que él tenía en casa y animarlo a formar un grupo.
El guitarrista se encargó de buscar entre sus compañeros a cuatro miembros más y al día siguiente todos estaban ya dispuestos a empezar. Tahiri consiguió algunos instrumentos y acondicionó una de las salas del CETI y ellos le pusieron las ganas y la ilusión. “Conozco a muchos chicos que tocan en grupos y nunca había estado con ningunos que le pusieran tanto entusiasmo”, afirma el trabajador.
Julius, el mayor de los integrantes del grupo, tiene 35 años, era músico en su país y ahora es el vocal de esta banda con la que además de hacer música, quiere transmitir tranquilidad y esperanza a todos los que como él esperan lo que ocurrirá mañana con incertidumbre.
Tresor, nunca había tenido un instrumento en las manos hasta que llegó al CETI. Desde luego su intención cuando atravesó el continente africano no era acabar en un centro de estancia temporal, pero cuando entró en él tampoco esperaba que el bajo le haría olvidar sus problemas por un rato.
Papi se acaba de incorporar al grupo, sustituye a Didi, que hace unos días fue trasladado a dependencias policiales y no ha vuelto al centro. “Quizás ya esté en la penísula”, señala uno de los compañeros del grupo. Ninguno sabe hasta cuándo estará en la ciudad.
Robert toca la batería y Anderson es el que se encarga de poner el baile a los ritmos africanos de estos músicos, que se han unido por las circunstancias, pero que esperan continuar tocando juntos.
El grupo cuenta ya con cuatro temas propios y el resto son versiones de canciones, algunas de su país, El Congo, y otras de otros puntos geográficos, y es que en sus actuaciones mezclan francés, el inglés o el español con el congoleño.
Julius afirma que el destino los ha unido y que espera que este sea el inicio de algo más. Tahiri asegura que espera que puedan llegar a la península y que este sueño, que ha nacido de una pesadilla, se haga realidad.