La fecha del 24 de junio ha quedado señalada para la Historia como una de las peores en crueldad, dolor y muerte de migrantes.
Se cumplen ahora dos años de un día aciago, en que, como consecuencia de una masacre en la frontera sur de Europa, entre Melilla y Nador, murieron un número indeterminado de personas, pero no menos de veintisiete, y más de setenta están desparecidas a día de hoy.
Centenares fueron heridos. Unos han sido deportados y otros condenados a penas de cárcel.
Sobre todo este daño ha caído un manto de impunidad. No hay responsables por las muertes, los heridos y las desapariciones.
Todo empezó hace treinta años con el cierre a cal y canto de las fronteras europeas. En todo este tiempo las alambradas han ido aumentando en número, y los fosos haciéndose más profundos. Ha habido muchas más muertes, pero han sido ocultadas en la noche. Periodistas han sido detenidos para que no pudieran ser testigos. Aunque de alguna noche de muerte hay testimonios gráficos. El documental 'Choque de Civilizaciones' (https://www.youtube.com/watch?v=iomXUtqjy0Y) la ha recogido, en 2005.
Durante todo este tiempo han intentado saltar las vallas huyendo del hambre, que ha provocado en sus países el expolio de las industrias extractivas, de los recursos pesqueros; también, de una agricultura destruida por la emergencia climática. Huyen de las guerras, originadas por cualquier causa, que normalmente les es ajena.
Estas muertes en las vallas han surgido su efecto, ya pocos intentan saltarlas. Ahora es el camino por el mar, intentando llegar a las Islas Canarias, un camino que en los seis primeros meses de este año ya ha dejado cinco mil muertos, muchos de ellos niños.
Y en el futuro se abrirán otros caminos igualmente peligrosos, de los que nadie puede decir que no tendrá que recorrerlos.