En pandilla por el Pueblo
Al pasear por el Pueblo a mediados del otoño se puede observar un hecho bastante singular y muy difícil de ver en cualquier otro lugar de Europa: en los jardines, jardineras y parterres de Melilla la Vieja decenas de petirrojos (Erithacus rubecula) revolotean y se disputan cualquier pequeño insecto que vuele por la zona. Aparte de que los llamativos colores de estos pajarillos hacen de cualquier acción que realizan un espectáculo en sí mismo, lo realmente insólito de estas escenas otoñales es que los petirrojos estén agrupados, teniendo en cuenta que estas aves son solitarias y no soportan la presencia cercana de ningún otro pajarillo, y menos de los de su especie. La razón de que durante algunos días podamos ser testigos de esta rara agrupación de petirrojos, y en esta zona en concreto, es por la llegada de ejemplares invernantes que acaban de cruzar el estrecho. El cansancio y la necesidad de reponer las proteínas gastadas en tan heroico esfuerzo de volar sobre el mar sin ningún descanso de una orilla a otra, hace que los ejemplares que van llegando a nuestras costas enseguida se entreguen a la tarea de alimentarse, sin importarles mucho la proximidad de sus compañeros de viaje, pues en ese momento son otras las prioridades.
Pendencias y territorio
Sin embargo, una vez asentados, se dispersarán por el territorio y volverán a su soledad deseada, que defenderán incluso con su vida si es necesario. Esto no es ninguna exageración; muchos son los petirrojos que hayan la muerte a manos de sus congéneres tras aparatosas luchas entre ellos por defender su territorio. No dudarán los petirrojos en enfrentarse a pájaros mucho más grandes que ellos hasta lograr expulsarles de sus dominios; no en vano tienen fama de cascarrabias y fanfarrones entre los aficionados a las aves.
El petirrojo es un migrante parcial, pues sólo emigran a localidades más cálidas en invierno los ejemplares que viven en las zonas más septentrionales de Europa. En la Europa meridional y norte de África, incluida Melilla, el petirrojo es un ave sedentaria y muy territorial que observa curiosa cómo cada otoño aumenta su población con la llegada de sus congéneres del norte, y soporta la competencia hasta que éstos regresan en primavera a sus lugares de origen.
Tradiciones europeas
En los países del norte de Europa hay multitud de tradiciones y leyendas que tienen al petirrojo como protagonista. Algunas pautas de comportamiento de este pajarillo, aparte de su llamativo plumaje, han motivado sin duda esta vinculación del petirrojo con las tradiciones humanas. Por ejemplo, el hecho de que suelan acompañar a los jardineros, permaneciendo a corta distancia de ellos, mientras realizan labores en la tierra. Este acercamiento tan confiado del ave es para aprovechar el movimiento de tierra y alimentarse de las lombrices que asoman al exterior. De hecho, en los bosques se puede observar el mismo comportamiento en los petirrojos con los jabalíes, siguiéndolos de cerca mientras éstos hozan la tierra.
En Inglaterra el petirrojo es y ha sido desde siempre el ave que simboliza la Navidad, y tradicionalmente las tarjetas de felicitación llevan estampadas distintas poses de este pajarillo. En los países del sur también suele relacionarse su imagen con la navidad, o más exactamente con el invierno. Esto no es raro teniendo en cuenta que en los meses de invierno el petirrojo es mucho más visible en estas tierras, al multiplicarse su población por la llegada de los ejemplares boreales.
Petirrojos y plaguicidas
La simpatía que despierta este pajarillo en las gentes de Europa no lo ha librado del preocupante declive poblacional que están sufriendo las aves en general, y las insectívoras en particular, en las últimas décadas, debido a las actividades humanas. El uso indiscriminado de plaguicidas contra los insectos en las zonas agrícolas es uno de los principales motivos del paulatino enrarecimiento de esta y otras muchas especies, y si no hay un decidido cambio de actitud al respecto, existe el riesgo de que muchas de ellas lleguen a desaparecer, lo que supondrá consecuencias muy graves para nuestro entorno, y, por ende, para nosotros. La legislación ambiental europea presta especial atención a la protección de las aves, pero las leyes nunca son suficientes si la población en general no se conciencia realmente de las dimensiones del problema.
La observación y el conocimiento de los hábitos de aves tan particulares como el petirrojo puede ayudar a esta toma de conciencia de tan vital para su conservación; cualquier esfuerzo encaminado a que podamos seguir disfrutando de estas aves está más que justificado.