La crisis económica y la celebración coincidente del Ramadán, o mes ayuno islámico que siguen unos 35.000 melillenses, ha restado brillantez a una Semana Náutica, que aún logrando una buenísima participación de embarcaciones, con un total de 54 de las que 14 son melillenses, no ha dejado este año la misma impronta de movimiento y concentración de personas en torno a Puerto Noray que registrara en años anteriores. La crisis, la maldita crisis que decíamos no había llegado a Melilla, se pone cada vez más de manifiesto en nuestra ciudad al tiempo que se recrudece en mayor medida en el conjunto del Estado.
Su zarpazo se tenía que notar en nuestra Semana Náutica, como de hecho se ha notado, aunque sin perjuicio de que un balance técnico por parte de los sectores de comercio y hostelería permita medir con exactitud su auténtico impacto en nuestra economía durante esta edición que hoy ya acaba.
No obstante, la Semana Náutica sigue revelándose como un acierto, que contribuye a promocionar nuestra ciudad y que sirve de banderín de enganche para la atracción de visitantes en el mes de agosto.
Su valoración no puede circunscribirse a las meras impresiones ni tampoco a las especiales circunstancias de un mes de agosto, que con el Ramadán resta de participar a miles de melillenses y que con la crisis dibuja también unas circunstancias del todo excepcionales.