Ayer se cumplieron 20 años de la firma del Tratado de Amistad, Buena Vecindad y Cooperación entre España y Marruecos, coincidiendo con un momento en el que las relaciones están plenamente normalizadas después de algunas crisis en el último año. Al hilo de ello, el portavoz del Gobierno local, Daniel Conesa, calificaba a nuestro vecino como un “amigo complicado” pero abogaba también por seguir colaborando para lograr que Melilla y Ceuta dejen de ser el entorno escollo en las relaciones con Marruecos.
Tras 20 años, es justo decir que el diapasón del irredentismo marroquí sobre nuestras dos ciudades norteafricanas ha bajado notablemente, pero no así el uso de la reclamación marroquí sobre nuestros territorios como una moneda de cambio con la que tensar la cuerda cuando Marruecos pretende algún tipo de apoyo extra, tal cual ocurrió recientemente con los conflictos en el Sáhara occidental.
Recordemos cómo nuestra frontera volvió a convertirse en un escenario de conflicto desde el verano pasado, anticipando las tensiones que acabarían de nuevo centrándose en Melilla en forma de rechazo a la condena que hizo el Congreso español del violento desalojo del campamento de El Aaiún el pasado mes de noviembre.
Las relaciones hispanomarroquíes no se normalizarán del todo hasta que Marruecos admita que Melilla y Ceuta no pueden ser monedas de cambio al servicio de sus intereses. Más aún cuando nuestro potencial como ciudades europeas puede ser una fortaleza en beneficio del desarrollo del norte marroquí.