El próximo 7 de abril hará dos años desde que España y Marruecos retomaran sus relaciones bilaterales y los marroquíes se comprometieran a dos cuestiones muy importantes para las ciudades autónomas españolas en el norte de África: respeto a la soberanía de las partes y la reapertura de la aduana comercial de Melilla, además de la instalación de una completamente nueva en Ceuta. Un año después, a comienzos de febrero de 2023, las autoridades alauitas se reafirmaban en su decisión y la dejaban por escrito al término de la Reunión de Alto Nivel (RAN) que se celebró en Rabat y a la que asistió la plana mayor del Gobierno de España.
Transcurrido el tiempo, ni una promesa ni otra se han cumplido. Poco después de la RAN, Marruecos se olvidaba de su compromiso y volvía a arremeter contra la españolidad melillense, a la que considera “territorio ocupado” aunque no siempre sean tan recatados en su planteamiento, puesto que incluso ha llegado a decir en documentos oficiales que se trata de un “presidio ocupado” por España. Los marroquíes no se han cortado ni un pelo en sus ansías anexionistas sobre Melilla y no han respetado ni por un momento lo que firmaron con el presidente del Gobierno central, Pedro Sánchez.
Mientras, el Ejecutivo español calla y como mucho se atreve a comentar que no hace falta hacer declaraciones a favor de la españolidad melillense porque eso sería como hacerlo de cualquier otra ciudad. Pues va a ser que no. Frente a los irredentos marroquíes hace falta contundencia y ésta viene de establecer posicionamientos contundentes cada vez que los marroquíes se salgan de madre.
Pero con este Gobierno de Sánchez no hay manera de que entiendan que cada vez que Marruecos pone en duda nuestra soberanía, humilla a una población que necesita oír de sus responsables gubernamentales que no van a pasar ni una, que cada pronunciamiento marroquí tendrá la correspondiente respuesta oficial porque la estabilidad local depende de eso. Y si no hay estabilidad, no hay futuro, no hay inversiones, no hay economía.
El segundo gran incumplimiento por parte de Marruecos es el de la reapertura de la aduana comercial. Da la sensación de que las autoridades marroquíes jamás tuvieron siquiera en la mente la posibilidad de que ese flujo comercial volviera a establecerse con una ciudad a la que pretenden asfixiar económicamente, no reconociéndole ni siquiera la reciprocidad en el régimen de viajeros porque, en esencia y desde el punto de vista político, sería tanto como reconocer la soberanía española de este territorio.
Marruecos nunca devolverá el intercambio comercial a Melilla por mucho que la patronal de Alcoba se empeñe en tener esperanzas en un cambio de actitud. No lo va a hacer porque no le interesa al país vecino, que se escuda en cuestiones técnicas para justificar su falta a la palabra dada. Nunca se ha sabido cuáles son esas “cuestiones técnicas”. Ni lo ha explicado Marruecos ni mucho menos nuestro ínclito ministro de Exteriores, José Manuel Albares, que seguirá sentado esperando y esperando algo que él mismo sabe que jamás ocurrirá.