Son dos chicas jóvenes de Melilla y estaban tranquilamente comiendo en un local de la ciudad. Sin embargo, salieron de allí insultadas, amenazadas y golpeadas por un grupo de menores que solo demostraron su intolerancia, su actitud homófoba, su falta de empatía y la escasa educación en valores que han recibido de sus familias.
El ataque que padecieron estas chicas no puede ser consentido en modo alguno en nuestra sociedad. Los melillenses deben condenar sin paliativo lo que ha sucedido y esos menores deben pagar por lo que han hecho. No pueden quedar impunes, no se debe mirar a otro lado y mucho menos justificar su actitud violenta y el odio que destilaban con sus insultos.
Afortunadamente Melilla cuenta con una asociación, Amlega, que se toma muy en serio este tipo de hechos repudiables, que conoce los protocolos de actuación, que tiene gente comprometida que no duda en dar asistencia a las víctimas y que lucha por unos derechos que nadie tiene autoridad moral para rebatir.
Amlega sabe lo que es el rechazo social. La puerta de su sede ha sufrido ya numerosos ataques. También es consciente de que se producen otras agresiones que las víctimas no se atreven a denunciar. Ahí está igualmente el caso de la profesora que fue acosada por su orientación sexual.
Y la asociación es un punto de referencia importantísimo para todas las personas que se sienten intimidadas, a las que todos los ciudadanos deben animar a que denuncien, que no tengan miedo, que vayan adelante y señalen a los acosadores, a los violentos, a los homófobos, a quienes pretenden imponer su voluntad a través de las amenazas, a los intolerantes que solo merecen estar fuera y aislados de la sociedad porque representan un peligro para todos.
Es muy meritorio el papel de Amlega, que no solo acompañó a esas víctimas sino que dio apoyo a las familias y se preocupó de acompañarlas a presentar la correspondiente denuncia ante la Guardia Civil. Resulta muy reseñable comentar aquí que esta organización, presidida Rafael Calatrava, cuenta incluso con un servicio psicológico para todas las personas que lo necesiten.
Además, ha sido muy oportuno su llamamiento a continuar trabajando para conseguir una igualdad real y efectiva, que el amor sea realmente libre y que todos los ciudadanos disfruten de los mismos derechos.
Melilla entera debe responder con firmeza rechazando esos ataques para dejar claro a los homófobos, sean menores o adultos, que somos una sociedad abierta y plural, respetuosa y que abogamos por los derechos de todos a ser como cada cual sienta. Se ha echado en falta, en ese sentido, una condena rotunda de la consejera de Presidencia, Administración Pública e Igualdad, Marta Fernández de Castro, que debía de haber sido la primera en expresar públicamente su repulsa y su apoyo a las jóvenes agredidas por su orientación sexual.