Confiesa Abraham Guerrero Tenorio (Arcos de la Frontera -Cádiz-, 1987) que siempre ha sentido una gran curiosidad por la violencia, tanto por sus raíces como por las diferentes maneras de ejercerla: este tema ya se había convertido en el epicentro de su poemario Toda la violencia (2021), galardonado el año anterior con el Premio Adonáis de Poesía. Las luces de Hannover es su primera novela (con la que ha obtenido el XVII Premio de Novela Universidad de Sevilla), aunque ya había publicado con anterioridad algunos relatos.
Como se avanza en una nota informativa, se trata de un trhiller (género actualmente muy en boga), aunque no transcurre por los cauces del thriller convencional. El desencadenante es un secuestro: nada que pueda extrañarnos en este tipo de obras, a no ser que -como ocurre en esta novela-, el secuestro se vea enredado en una maraña de situaciones variadas de las que forman parte una serie de personajes (de procedencia y condición muy diferente y, en muchos casos, sin relación aparente entre ellos) que sobreviven (o lo intentan) en distintos barrios, calles y plazas de la ciudad alemana de Hannover a la que la mayoría ha acudido en busca de mejores condiciones de vida: la inmigración tiñe, en gran medida, las páginas de Las luces de Hannover.
Como ya advertíamos, la violencia recorre y se manifiesta de formas diversas a lo largo de toda la obra (formas que desgraciadamente, nos resultan muy familiares en la actualidad): además de ese secuestro, se nos muestran casos de bullying, violación de niñas en países africanos, inmigración ilegal, explotación de las minas de coltán, suicidios… En las diversas historias que vamos conociendo a través de sus páginas encontramos una mezcla de miedo, silencio y soledad que, inevitablemente nos van envolviendo a medida que avanzamos en la lectura.
Indicábamos que Abraham Guerrero ya había publicado anteriormente algunos relatos; circunstancia que no podemos obviar porque los once capítulos en que se distribuye esta novela podrían ser perfectamente otros tantos relatos autónomos, piezas sueltas de un puzzle a las que -ignorando el orden establecido por el novelista- cada lector podrá asignarle el lugar que considere más adecuado. Utilizando diferentes fórmulas narrativas -narrador autobiográfico, en tercera persona, retazos entremezclados de narradores, audios de whatsapp…-, el autor nos propone a los lectores un juego similar al que, en el primer capítulo, desarrolla Zeus en Facebook entre las imágenes de Martina Besada y sus seguidores, pero también entre éstos y él mismo: de forma similar, cada lector podrá establecer un juego de relaciones entre los personajes que pululan por la novela y las situaciones en que se encuentran, a medida que se sumerge en los entresijos de la obra.
También plantea esta novela cuestiones sobre literatura: cuando Zeus menciona a sus autores preferidos (Borges, Cortázar, Bolaños, Cela…) nos está dando una serie de pistas sobre la configuración de los capítulos/relatos autónomos o sobre la pluralidad y diversidad de los personajes en la obra. Y en el último capítulo, este mismo personaje (narrador protagonista) nos invita a participar (y tomar partido) entre el eterno dilema verdadero / falso. O, dicho de otra forma, entre las relaciones entre verdad y ficción literaria.
Estamos ante una novela sólida y hábilmente construida y desarrollada, pero en la que Abraham Guerrero Tenorio deja abiertos todos los resquicios para que cada lector participe en su configuración y se atreva a aventurar sus propias respuestas.