Otra manifestación de la honradez es que el gobernante, sus consejeros y los miembros de la oposición sepan guardar la confidencialidad de las reuniones en las que participan, absteniéndose de desvelar sus secretos. ¿Cuántos vínculos se han roto y cuántos intereses se han desvanecido por la negligencia de algunos en relación con las confidencialidades de las reuniones, filtrando sus secretos, atribuyéndolos a fulano o a mengano? En efecto, la confidencialidad de las reuniones se garantiza mientras se rijan por los buenos modales, de lo contrario serán reuniones ilícitas. Así, todo gobernante, consejero, opositor o cualquiera que aspire a gobernar y que presencie la trama del mal por un grupo de malhechores debe, en la medida de lo posible, impedir que este mal alcance a los demás. Lo ilustra un dicho profético en el que podemos leer lo siguiente: “Toda reunión es inviolable, salvo aquella en la que se trame un asesinato, se cometa la fornicación o se planee una estafa o robo” (transmitido por Abu Dawud).
Otro aspecto estrechamente relacionado con la honradez es aquello que se nos confía para luego, y a petición de sus dueños, devolverlo. A este respecto el Mensajero de Dios poco antes de emigrar a Medina, encargó a su primo Ali Ibn Abi Talib la devolución de aquello que le confiaron al Profeta. ¿Qué decir pues del gobernante al que se le confía la gestión de lo público? Todo político que aspire a gobernar debe ser honrado y gestionar lo público de la mejor manera y devolver al pueblo lo que es del pueblo.
Dijo el erudito Maimum Ibn Mihram (nació en el 40 de la Hégira y murió en el 117 de la Hégira): “Tres cualidades conducen a la piedad y el gobernante debe tenerlas todas: la honradez, el cumplimiento de las promesas y la preservación de las buenas relaciones con los ciudadanos”.
Así pues, la auténtica honradez es la que le permite el gobernante o a aquellos que aspiran al gobierno el salvaguardar los derechos de los demás, así como salvaguardarse de las vilezas.
Ciertamente la honradez (la confianza) es una enorme virtud que resulta abrumadora para los pobres de espíritu. De hecho, Dios destaca su importancia capital, sosteniendo que es una carga sumamente pesada para todo el universo, por lo que el ser humano y en especial los que tienen responsabilidad de gobierno no deben subestimarla ni ser negligente para con ella. Dice Dios en el Corán: “Propusimos el depósito a los cielos, a la tierra y a las montañas, pero se negaron a hacerse cargo de él, tuvieron miedo. El ser humano, en cambio, se hizo cargo. Es ciertamente muy injusto, muy ignorante…. (33:72)”. Puede apreciarse pues que la injusticia y la ignorancia son dos lacras que vienen afectando al ser humano desde tiempos inmemoriales, pero su superación conlleva la elevación de animó y la salvación.
Según el Islam, si el gobernante suscribe un acuerdo debe respetarlo, y si hace una promesa debe cumplirla. El Islam requiere que el gobernante sea fiel a lo que dice, ciñéndose a ello del mismo modo que un rio se ciñe a sus orillas; todo ello con la finalidad de que sea un dirigente digno de confianza, de la que no se tema la traición ni el cohecho. Asimismo, al igual que las promesas, el gobernante o el que aspira a gobernar debe cumplir con los juramentos siempre y cuando estos tengan que ver con el bien y la justicia, pues si con ambos se persigue la impiedad dejan de ser válidos.
¿De dónde extraemos los musulmanes el que exista una oposición ya sea esta de índole social o política que recuerde a los gobernantes la obligatoriedad de cumplir con las promesas contraídas? Antes de dar la respuesta queremos recordar que en Islam cualquier ciudadano está moralmente obligado a recordar a los gobernantes las promesas incumplidas. Para ello tiene varios medios: o bien dirigirse a ellos directamente, denunciarlo públicamente a través de los medios de los que se disponga o hacer todo lo posible porque una vez acabada su legislatura o su mandato no vuelva a gobernar y elijan a otro que crean que lo hará mucho mejor que el anterior. Cane recordar también que, en el Islam, no hay mayor traición que incumplir con las promesas. Dicho esto, vamos a responder a la pregunta anterior.
El cumplimiento de las promesas será posible únicamente si se poseen dos cualidades, a saber: la memoria y la resolución. En efecto, si estas dos cualidades están lo suficientemente desarrolladas, a la persona le resultará más fácil el cumplimiento de las promesas contraídas; en el Corán puede apreciarse cómo Adán, el padre de los humanos, contrae el compromiso para con Dios de no acercarse al árbol vedado; sin embargo, por olvido y debilidad, no tarda en desatender su promesa, como queda patente en el siguiente versículo: “Habíamos concertado antes una alianza con Adán, pero olvido y no vimos en él resolución” (20:115). Una memoria débil y la falta de resolución son, pues, dos grandes barreras que impiden el cumplimiento de las promesas contraídas. Y es que, debido al ritmo desenfrenado de la vida y a las innumerables preocupaciones que la acompañan, con el paso del tiempo aquello que la persona tenía en mente y muy presente apenas puede recordarse.
Es por lo que resulta necesario un recuerdo y una amonestación incesantes para hacer frente a los frecuentes olvidos por parte de la clase política. Tenemos numerosos versículos a este respecto: “¡Seguid lo que vuestro Señor os ha revelado … que poco os dejáis amonestar” (7:3). Esta es la vía de tu Señor, recta. Hemos expuesto las aleyas a gente que se deja amonestar (6:26)”. “Los continuos recuerdos y amonestaciones son imprescindibles para el cumplimiento de las promesas por parte de los gobernantes; de lo contrario, ¿cómo va el gobernante que haya contraído una promesa a cumplirla? De ahí que el versículo del compromiso o fidelidad a la alianza con Dios insista en el recuerdo o amonestación. Dice Dios en el Corán: “¡Sed fieles a la alianza con Dios! ¡Esto os ha ordenado Él!. Quizás, así, os dejéis amonestar. (6:152).
En síntesis, será cumplidor aquel gobernante que posea una viva conciencia y un corazón lleno de resolución.