La semana pasada se reunió en Canarias el bloque del llamado Acuerdo del Turia, en el que se han integrado los escindidos de Podemos, ahora defensores de proyectos localistas. Ahí estaban Mas País, de Íñigo Errejón; Compromís, de Joan Baldoví, Proyecto Drago, de Alberto Rodríguez, Més per Mallorca, Coalición por Melilla (CpM) y el Movimiento por la Dignidad y la Ciudadanía de Ceuta.
Era la foto de varios ex de Pablo Iglesias, pero sin Pablo Iglesias, que al verse lejos de los focos, envió un mensaje vía Twitter desacreditando una alianza de izquierdas que criticó que incluya "a un señor condenado por comprar votos y que fue presidente de Melilla gracias al apoyo de Jesús Gil", dijo en referencia a Mustafa Aberchán. Y eso, como comprenderéis, ha tenido que doler.
Lo de la compra de votos lo tenemos normalizado en Melilla pese a que todos sabemos que es un escándalo inadmisible del Mar del Alborán hacia arriba. Iglesias fue un poco más allá y recordó la alianza de los cepemistas con Jesús Gil, un difunto cuyo nombre automáticamente nos remite a una época que nadie quiere que regrese a la política española.
En fin, Pablo Iglesias reventó el Encuentro del Turia de Canarias al que acudió en representación de CpM Dunia Almansouri que, en mi opinión, de ser hombre llevaría desde hace mucho tiempo las riendas de Coalición por Melilla.
Pero a Almansouri la hemos perdido un poco de vista esta legislatura. La han reservado tanto para que llegue impoluta a las elecciones, que ha quedado eclipsada por jóvenes promesas del partido como Rachid Bussian o Yonaida Sel Lam. Esta última, para bien o para mal, está, como Dios, en todas partes. Y por eso, quizás, hay quien en las filas propias le tiene ojeriza.
De eso debe saber un poquito 'namá' Fatima Kaddur, nuestra Lady Melilla, como le llamaron cariñosamente tras su aparición estelar en Sálvame. A la Kaddur la llevan atacando desde dentro y fuera de su partido las fuerzas más retrógradas, por su apuesta por el espectáculo del productor Kiko Hernández, que tiene como protagonista a la vedette Sandra Bruman. Algo así no se ha visto en Melilla.
El desparpajo de la Bruman tiene escandalizada a una 'troupe' que dice hablar en nombre de los votantes de CpM. Pero me temo que no hay que ir a la universidad para adivinar que Kaddur tiene el ok de Aberchán porque en CpM no se mueve un chicle de lugar sin que lo sepa el jefe.
Decía Kiko Hernández en una entrevista con El Faro que Fatima Kaddur es una mujer valiente. Yo diría que lleva años siéndolo, pero ahora se ha quitado la careta y a día de hoy es la gran revelación a dos meses de las elecciones. Ella, queriéndolo o no, está revolucionando su partido y ya sabemos la suerte que suelen correr los pioneros en Melilla. A la gente no le puedes mover el suelo que pisan porque se empeñan a fondo en borrarte del mapa.
Volviendo al Acuerdo del Turia, digamos que a día de hoy, lo único que les une a todos, de manera transversal, como diría Errejón, es la fuerza que tiene un proyecto localista allí donde los grandes partidos han gobernado para Madrid y se han olvidado de los territorios. Ni Podemos ni Cs reventaron el bipartidismo con su entrada en el tablero político. El detonante ha sido una y otra vez la disciplina de partido, que nos ha querido convencer de que lo que es bueno para Madrid es bueno para España.
Y no siempre es así. Ahora mismo, para Madrid es bueno presentar una candidatura conjunta al Mundial de 2030 junto con Portugal y Marruecos, pero esa alianza es una puñalada trapera en la boca del estómago de los melillenses. Tenemos la aduana de Beni Enzar paralizada y encima pretenden que aplaudamos porque les vamos a regalar sedes de un Mundial.
Es sin dudas una alianza esperanzadora para el futuro de las relaciones bilaterales hispano-marroquíes, pero no hay cómo venderlo en Melilla, donde el PSOE lo tiene cuesta arriba pese a la encuesta de GAD3 que presentó el PP de Imbroda hace poco y que mantiene cuatro diputados para los de Gloria Rojas en las elecciones del próximo 28M, aparte de retratar un panorama postelectoral con mayoría absoluta para los populares.
Si Imbroda se fía o no de esa encuesta lo comprobaremos en abril cuando presente su lista electoral. Si tiene claro que la gente de Melilla apostará por las siglas del PP y el voto útil, presentará los mismos candidatos que le acompañaron en 2019. De lo contrario, habrá pesos pesados que se quedarán fuera porque, dada su vasta experiencia, sabe que hay determinadas caras en el partido que el votante identifica con el fin de una era.
Francamente, lo tiene difícil. Es muy duro decirle a la gente que te ha sido fiel que se queda fuera del proyecto que ha defendido con uñas y dientes con el viento en contra. En definitiva, es lo que tiene ser líder, hay que estar dispuestos a tragar sapos y preparados para soltar lastre. Eso va en el sueldo, pero sobre todo, en la responsabilidad de presentar un proyecto ganador.
Hay quinielas para todos los gustos. Hay quien ve a Imbroda gobernando con Tasende, de Vox, pero los hay también que creen que el PP, huyendo de Vox se lanzará a los brazos de Aberchán, buscando un Gobierno de ganadores en las elecciones. De ahí las críticas cautelosas.
En todo caso me sorprende, por cierto, que en esta campaña electoral no vayamos a tener ningún espectáculo relacionado con temas de corrupción. Pasa siempre en todas partes. Sabemos que se suele guardar munición para la víspera de la cita con las urnas. Lo estamos viendo con el Tito Berni en el Congreso, pero por aquí solo hay rumores malintencionados que apuntan a los mejores activos de cada partido.
A Elena Fernández Treviño casi se la llevan por delante con el caso Yeray Díaz. A Bussian le apuntan con bazooka a diario; a Aberchán le ha disparado Iglesias a bocajarro; a Dunia Almansouri los empresarios le han montado una guerra de guerrillas y lo que nos queda. Básicamente quien no recibe ataques no es nadie en Melilla.