El acuartelamiento Millán Astray ha acogido este jueves el acto de celebración de la Inmaculada Concepción, patrona del Arma de Infantería. Aunque el cielo estaba nublado, los asistentes se han alegrado de que el tiempo haya respetado la conmemoración.
Después de la entrada de la enseña nacional, ha llegado el Teniente General Jefe del Estado Mayor Conjunto, Fernando García González-Valerio, quien ha presidido el acto al que ha asistido el Comandante General de Melilla, Luis Sáez Rocancio, junto a otras autoridades civiles y militares.
Al comienzo del acto ha tenido lugar la lectura de la efeméride sobre el Milagro de Empel, ocurrido en diciembre de 1585 y del cual surge la devoción a la Virgen Inmaculada Concepción como patrona del Arma de Infantería.
Las autoridades civiles y militares han procedido a la imposición de condecoraciones (cruz al mérito militar con distintivo blanco) a un suboficial del Tercio de la Legión 1 (TERLEG1), dos suboficiales del Grupo de Regulares de Melilla 52 (GREG-52), ocho militares de Tropa y Marinería TERLEG1 y cinco militares de Tropa y Marinería GREG-52.
El coronel jefe del Grupo de Regulares de Melilla 52, José María Torres Fernández, se ha dirigido a los presentes con un discurso donde ha resaltado el valor, la capacidad de sacrificio y el esfuerzo diario de la infantería. “La mejor Infantería que como reza también su himno, por saber morir sabe vencer, y que aglutina todos los valores del Ejército de Tierra”.
Tras las palabras del coronel jefe, ha dado inicio el homenaje a los caídos que dieron sus vidas por las Fuerzas Armadas a lo largo de la historia. Legionarios y regulares han entonado el himno a los caídos para realizar la ofrenda de una corona de laurel a la Virgen Inmaculada Concepción. Una parada militar que ha emocionado a los asistentes.
Para acabar la conmemoración de la patrona del Arma de Infantería, las fuerzas militares (regulares y legionarios) procedieron a desfilar ante la mirada de familiares y amigos, que los han acompañado en este día.
Milagro de Empel
En diciembre de 1585 las tropas del gobernador Juan de Austria destacadas en Flandes se toparon con más dificultades de las esperadas. El 7 de diciembre el destacamento español se encontraba aislado por el enemigo y sin víveres, por lo que los soldados rezaron a la Virgen después de encontrar una imagen suya semienterrada.
Poco después, las temperaturas bajan y se produce una helada que obliga a huir a las tropas enemigas ante el miedo de quedarse allí atrapadas. El 8 de diciembre los vecinos del pueblo piden ayuda a Dios y al día siguiente comienza a deshelar, permitiendo socorrer a los soldados sitiados. A estos hechos se les llama el Milagro de Empel.