El presidente de la patronal melillense, Enrique Alcoba, ha tenido una santa paciencia con el Gobierno de CpM, PSOE y Eduardo de Castro, pero la semana pasada confesó, en declaraciones a El Faro, que la situación de los comercios locales es "preocupante"; que siguen cerrando pymes y que las promesas del Gobierno de la ciudad no se concretan.
Las declaraciones son un toque de atención a la manera de Alcoba: delicada, sin estridencias, pero sin tapujos. Y el Gobierno debería tomar nota. Que la patronal esté preocupada, debería preocupar también al Ejecutivo porque preocupa a los ciudadanos.
Es verdad que en esta legislatura no ha habido problemas para que patronal y Gobierno se sienten a hablar pero, en mi opinión, hemos hablado mucho, pero ha servido de poco. No estamos en los tiempos en que la Delegación vetaba a determinados empresarios por entender que eran cercanos a un partido político de la oposición. Ahora se habla con todos, pero los grandes proyectos, no arrancan. Siempre pasa algo. Cuando no es el coronavirus, es la guerra de Ucrania. El caso es que siempre hay un pero. Y mientras tanto, se nos va la vida esperando por esos beneficios fiscales que no llegan; esa mejora histórica del contrato marítimo que seguimos esperando y ahora vamos a cruzar los dedos para que se haga el aquapark. Llevamos 12 años oyendo hablar de este proyecto. A ver si por fin lo estrenamos.
Es verdad que el paro ha bajado en Melilla, pero también es verdad que la bajada no responde a una reactivación de la economía de la ciudad. No es posible que con tantos comercios y bares cerrados digamos que estamos saliendo de la crisis. Es verdad que hay menos desempleados que al principio de la legislatura, pero también es verdad que la frontera cerrada ha ayudado a eliminar transfronterizos de las listas del Servicio Público de Empleo.
El caso es que hay que hacer algo para contener la hemorragia. Cerramos 2020 siendo la última economía española y no hay motivos que nos lleven a pensar que las cosas mejoraron en 2021.
Teníamos la esperanza de que una rebaja fiscal importante en las empresas que se establecieran en Melilla y Ceuta podía darnos un balón de oxígeno. Lo llevamos a Madrid y allí el PSOE lo echó para atrás.
Vox llevó al Congreso la propuesta de modificar el artículo 6 del Tratado de la OTAN para incluir explícitamente a Melilla y Ceuta bajo el paraguas de la OTAN y sólo consiguió el apoyo del PP. El PSOE votó en contra.
Después de la invasión rusa en Ucrania, temblaron los mercados. El dinero es enemigo de la inseguridad. ¿Quién en su sano juicio va a arriesgar sus capitales para invertir en una ciudad que en lugar de una frontera, tiene un tapón y una valla asediada por miles de migrantes? ¿Dónde está el negocio?
No somos de fiar y hacemos poco por serlo. Se han dado pasos importantes esta legislatura, como el de rebajar al 0,5% la tasa de matriculación de barcos de recreo. Somos hoy por hoy, el sitio de España donde sale más barato comprar un barco, pero hay que darle publicidad porque Melilla no hace camino ni a Madrid, ni a París, ni a Berlín, ni a Londres, ni a Bruselas. Estamos en África y la gente sólo mira para abajo cuando hay alguna desgracia. Tenemos que promocionar esto en las ciudades con puerto y con afición a la navegación. Y aún así, hay que darle tiempo para que esto cuaje. No va a ser coser y cantar.
Melilla necesita una bajada de impuestos para dar un respiro a la gente. Ese IBI por las nubes no invita a tener una propiedad en la ciudad. Ya no podemos seguir contando la milonga de que en Melilla no hay IVA porque eso lleva a pensar, equivocadamente, que las cosas son aquí más baratas, sin entrar a valorar que al final, pagamos lo mismo que en la península porque el transporte encarece todo lo que llega hasta aquí.
Estamos pagando básicamente el doble en la factura eléctrica y gracias a Dios que esto no es Ávila o Segovia y no tenemos que tirar de calefacción todo el día. Las familias van asfixiadas y vamos a notar cómo se resiente inmediatamente el comercio local. La gente lo primero que recorta es el consumo de ropa y zapatos y se quita las salidas a comer fuera de casa. Eso es un problema en todas partes, pero en una ciudad como la nuestra, con una economía basada principalmente en el sector Servicios, es letal.
Si lo poco que queda abierto, sufre otro puñetazo en el estómago, al final no le queda otra que caer KO. Por eso es tan importante que en momentos tan difíciles, el Gobierno local tome la iniciativa y adopte medidas que ayuden a las familias a aguantar el chaparrón.
El cierre de la frontera con Marruecos ha roto todos los pronósticos. Los ciudadanos ya nos hacemos una idea más o menos clara de que con Sánchez y Podemos en Moncloa, la embajadora marroquí no volverá a Madrid. Sin ese paso, no se darán los que quedan. Podemos aguantar, es cierto, pero a qué precio. Hay que trabajar para que tengamos en Melilla una vida vivible. Todo no puede ser cuesta arriba.