–¿Qué recuerdos tiene de sus años de facultad?
–Fueron unos años muy bonitos por todo el aprendizaje que tuve, los conocimientos que adquirí y las personas que conocí. Igualmente, también lo recuerdo como años difíciles porque me coincidió la carrera con los últimos años del conservatorio, por lo que no me quedaba mucho tiempo para más.
–¿Qué le ha reportado a nivel personal o profesional haber estudiado en esta facultad?
–Desde el punto de vista profesional he aprendido mucho y la facultad ha sido la base en la que he adquirido los conocimientos y saberes necesarios para el desarrollo de mi labor docente. En cuanto a nivel personal, me ha aportado muchas experiencias que me han ayudado a crecer no solo como maestra sino como persona.
–¿Cómo fue su experiencia con sus maestros? ¿Tiene algún recuerdo especial de ellos?
–Como todas las niñas y niños, en el colegio siempre hay profesoras/es que te gustan menos y otras/os que dejan una huella especial. Cuando programo una clase siempre intento pensar en las sensaciones que yo tenía cuando me daba clase alguien que me gustaba e intento despertar en mi alumnado la misma sensación.
–¿Por qué opto por la especialidad de música?
–Desde pequeña sabía que quería ser profesora y sentía predilección por la música. Cogí la especialidad en Educación Musical porque, además de combinar ambas pasiones, es una especialidad en la que destaca el trabajo conjunto de diferentes aptitudes y saberes: cognitivo, emocional, social, motor, expresivo, cultural… lo cual hace que sea un área dinámica, global y muy rica.
–¿Qué lección puede aplicar aún a pesar del paso de los años y la incorporación de las nuevas tecnologías a las aulas?
–Hay lecciones y técnicas que no pasan de moda (aun cuando las nuevas tecnologías están tan en auge en la educación) y son aquellas con las que podemos interactuar con nuestro alumnado, escuchándoles, sabiendo lo que necesitan en cada momento y dejando una huella en su crecimiento.