La indignación de la Ciudad Autónoma tras darse a conocer ayer que el Gobierno de España había transferido las competencias en materia de empleo al País Vasco, es bastante comprensible. Los argumentos esgrimidos son más que sensatos. El Ejecutivo local lleva años reclamándolas y desde Madrid no se ha hecho caso de esta petición. Sólo hubo un intento de acercamiento cuando se anunciaron y firmaron unos acuerdos de cogestión allá en 2007, pero que no han sido desarrollados.
También es cierto que en Euskadi el índice de paro no alcanza, ni por asomo, las cifras que lamentablemente padecemos en Melilla.
No se trata de una pataleta, es más bien un derecho, o por lo menos opción, a que desde aquí se intente poner una solución a uno de los grandes problemas de la ciudad.
Melilla no tiene nada que ofrecer a cambio, eso está claro, pero somos tan españoles como el resto y desde luego merecemos, sino el mismo trato, al menos uno similar.
Pero no perdamos la esperanza, a lo mejor se dignan a mirar para esta tierra y para nuestra vecina de continente, que son las dos únicas que faltan por tener esas competencias.