Dos trainners melillenses tomaron parte el pasado domingo en la trigésimo séptima edición de la Subida al Veleta, una dura prueba de ultrafondo que tiene un recorrido de 48,5 kilómetros y cuenta con más de 2.700 metros de desnivel.
Fernando Térrez López, del Club Atlético Melilla, y Miguel Ángel Núñez Millán, del Club Africanus Melilla, fueron los representantes de la ciudad autónoma en esta prueba en la que la altas temperaturas y el viento, en otras ocasiones, condicionaron a los corredores, además de lo complicado que resulta prepararse para afrontar este tipo de pruebas debido al Covid-19.
A pesar de ello, Fernando Térrez finalizaba la prueba ocupando el vigésimo quinto puesto en la clasificación general, con un tiempo de 4:49:48, lo que le otorgaba la cuarta posición en su categoría.
Por su parte, Miguel Ángel Núñez, finalizaba la prueba en el puesto doscientos cincuenta y siete, con un tiempo de 06:15:02, y ocupando el vigésimo cuarto puesto en su categoría.
La trigésimo séptima edición de la prueba arrancó a las siete de la mañana del Paseo del Salón de Granada y finalizaba poco antes de las once de la mañana para el primer corredor que fue capaz de alcanzar la cima nazarí, el sevillano Jesús González (03:51:58). Tras él intentaban tocar uno de los techos de la provincia granadina hasta 650 corredores que tomaron la salida. No todos llegaron, pero sí una gran mayoría aunque para ello fuese necesario doblar el tiempo del ganador.
Hay que señalar que la salida de la prueba fue escalonada. Como en otras pruebas que se llevan celebrando desde que irrumpió la pandemia de coronavirus, los corredores iniciaron la carrera por pequeños grupos e iniciaron una contrarreloj sin mayor referencia que sus sensaciones.
A las siete y media de la mañana todos los corredores estaban ya sobre el asfalto de Granada. Los primeros en iniciar la carrera, los favoritos, comenzaron a estirar la prueba antes incluso de dejar la ciudad. Ahí se notaba poco el viento que durante horas llevaría por la calle de la amargura a los participantes. Los primeros kilómetros, a través de Cenes de la Vega y Pinos Genil, camuflaban a los corredores lo que se iban a encontrar más adelante. Tras abandonar el segundo de estos municipios enfilaron ya la A-395 hacia la estación de esquí y ahí fue ya cuando Eolo comenzó a martillear sin receso a los corredores a pesar del buen tiempo que hizo. La carretera se comenzaba a empinar y hubo quien ya optó en ese momento por comenzar a andar. Solo se había completado un tercio de la carrera y quedaban más de dos mil metros de desnivel por delante. El segundo tercio de la prueba fue una constante de atletas a los que comenzaba a visitar el 'tío del mazo'. Era el momento de decidir si se abandonaba o si, ya puestos, uno se liaba la manta a la cabeza hasta la cima y que fuera lo que Dios quiera. La mayoría optó por la segunda opción y entonces comenzó el calvario final.
A diez kilómetros para el Veleta la carretera deja de tener forma, una barrera alerta a los vehículos de que ya no pueden pasar y los atletas pueden ver todo lo que les queda hasta llegar a todo lo alto. Con casi una maratón en sus piernas y tenían por delante diez kilómetros en los que el desnivel es de unos 700 metros. No es una pared, pero casi. Es cuando impera la cordura dentro de la locura sobrehumana que es ascender estos 48,5 kilómetros y gran parte de los participantes optan por sacar los bastones y andar ligero. La alternativa es quedarse sin energía por el camino y no contarlo. Y no es plan. Ya que se ha salido desde Granada y se ha completado casi el 80% de la prueba hay que alcanzar la cima. Hay quien lo hace por simple disfrute y quien tiene una promesa personal que le hace romper a llorar cuando sabe que le faltan unos metros para el final y el asfalto ya es historia y se anda sobre piedras. La estampa al cruzar la meta y mirar hacia atrás también anima a cualquiera. Al fondo, Granada, a la izquierda, la playa, y si el día mínimamente lo permite se puede ver África al fondo. Es una de las recompensas al llegar al final de la prueba, más allá del orgullo propio de haberlo conseguido, el que sin lugar a dudas sintieron Fernando Térrez y Miguel Ángel Núñez, tras cruzar la línea de meta.