Seguimos avanzando hacia algo muy parecido a lo que vivíamos antes de que el coronavirus llegará a nuestras vidas a alterar absolutamente todo. Ayer el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, hizo un anuncio esperado por muchos durante tiempo y es que a partir del 26 de junio, ya no será obligatorio llevar la mascarilla en espacios al aire libre, decisión que se aprobará en un Consejo de Ministros extraordinario el próximo jueves.
Durante meses el tema de las mascarillas fue objeto de debate mundial, se cuestionaron los materiales de fabricación, cuánto tiempo debíamos usarlas, qué tan efectivas eran. Todo esto hasta que finalmente la Organización Mundial de la Salud recomendó su uso generalizado en toda la población, y no únicamente para el personal sanitario.
Ahora, transcurrido más de un año después del inicio de la pandemia, finalmente nos podremos volver a ver las caras mientras caminamos por las calles, lo que supone cierto alivio, no solo porque se acercan las altas temperaturas propias del verano, sino también por esa sensación de normalidad que nos dará a todos no estar obligados a llevar esas mascarillas que aunque nos protegieron durante meses, también significaban que aún no estábamos cerca de llegar al fin de toda la tragedia que ha significado esta pandemia.
Pero, aunque recibamos esta noticia con agrado y emoción, la prudencia debe prevalecer porque no sabemos lo que pueda pasar mañana y aunque los reportes de casos en nuestra ciudad se han mantenido con números que nos generan alivio y la campaña de vacunación sigue con éxito, bajar la guardia no debe ser una opción, recordando que algunos expertos cuestionan lo precipitada que puede resultar esa decisión que está siendo adoptada ya por varios países.
Si algo hemos aprendido del coronavirus es que este tipo de situaciones son impredecibles, por lo que debemos seguir siendo responsables y aunque ya no estemos obligados a llevar las mascarillas al aire libre, no debemos descuidar otras medidas de protección que seguramente se mantendrán por cierto tiempo hasta tener la certeza de que el peligro pasó.