Con la tercera ola de la pandemia del coronavirus, Melilla vuelve a estar en el punto de mira. Si bien no somos los primeros de la fila, estamos entre las ocho autonomías donde los contagios de Covid 19 se han desbocado. Vamos camino de superar la barrera del millar de positivos activos. Nuestras plazas de UCI están al borde del colapso. La cosa pinta mal, muy mal.
A diferencia de la segunda ola donde la mala gestión del Ministerio de Sanidad, el Ingesa y la Consejería de Salud eran más que evidente, esta vez no podemos reprochar que no se hayan tomado las medidas adecuadas en el momento oportuno.
Aquí se ha hecho lo que en toda España. Se ha implantado toque de queda, se ha recortado el horario de la hostelería; se están haciendo pruebas y además se compraron jeringuillas que permiten aprovechar al máximo las vacunas de Pfizer.
Seguramente se podría haber hecho mejor, pero digamos que con lo realizado se cumple con los estándares. Hemos hecho lo que han hecho todos. Ni más, ni menos. Quizás se podrían haber hecho más desinfecciones de lugares públicos; más limpieza a fondo de sitios comunes… Siempre se puede hacer más.
Sin embargo, siendo como somos una ciudad de casi 13 kilómetros cuadrados, con un aeropuerto con una oferta de vuelos limitadísima, tenemos una incidencia acumulada de positivos diagnosticados en los últimos 14 días similar a la de la Comunidad de Madrid. Si llegamos a tener el aeropuerto de Baraja en nuestro territorio, aquí no queda rastro de vida humana. Nos borran del mapa.
Eso significa que quizás nuestros políticos aprendieron del carnaval de tirones de oreja que les dimos antes y durante la segunda ola y ahora se han esforzado en hacer sus deberes. ¿Los hemos hecho nosotros?
A mí me gustaría saber cuántos de los asistentes a la boda del año han dado positivo en coronavirus. Creo que es un dato interesante porque en dependencia del resultado de los tests podemos responsabilizar o no a miembros del Gobierno local de propagación de epidemias.
Es evidente que ha fallado la ejemplaridad de nuestros políticos. Y a eso hay que sumarle que a estas alturas hay melillenses detenidos sin mascarillas por la calle y saltándose el confinamiento.
Seguimos sin tomarnos en serio esta pandemia. La vacunación, como en el resto del país, va lenta. El cuello de botella que hay en la fábrica nos invita a pensar que los adultos sanos recibiremos la vacuna en el medio y corto plazo.
Poco a poco se desvanece la esperanza de disfrutar del verano ya inmunizados y tranquilos. Y eso es algo que hay que remediar.
La autonomía que primero consiga inmunizar al 70% de su población y alcanzar la tan anhelada inmunidad de rebaño tendrá vía libre para la recuperación económica. Por eso es tan importante avanzar en la vacunación.
El problema es que, en mi opinión, no creo que la inmunidad de rebaño nos garantice una forma viable y sostenible de recuperarnos de la asfixia a la que hemos sido sometidos de un día para otro por parte de Marruecos.
El otro día, el periodista Ignacio Cembrero recomendaba a melillenses y ceutíes montar manifestaciones en Madrid para reclamar responsabilidad al Gobierno de España ante la que se avecina.
Siempre he creído que quien no llora, no mama, pero conociendo el espíritu que nos domina en esta ciudad, sé perfectamente que ningún partido de Melilla, es capaz de organizar las protestas y asumir el costo de los desplazamientos.
Hoy por hoy, Vox es la única formación política que moviliza masas y en esta ciudad mantiene un perfil más bien bajo. No le veo futuro a esa propuesta.
Y no porque no tengamos motivos. Fíjense si desconfío de nuestros representantes públicos que me extrañó muchísimo que ningún político de Melilla esté entre los representantes públicos que se han saltado la lista de vacunación para inmunizarse cuanto antes, por delante de quienes más lo necesitan: nuestros mayores; nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y nuestros docentes.
Si queremos que funcione la seguridad; que la escuela siga funcionando como lo hace y que nuestras familias puedan seguir celebrando las fechas señaladas con nuestros patriarcas y matriarcas, tenemos que ser generosos y apartarnos para que ellos sean vacunados antes que nosotros.
Somos muchos los que estamos deseando ser vacunados, pero no podemos entender la política como un privilegio. En pleno 2021 seguimos teniendo un exceso de aforados y de cargos públicos poco cualificados, que lejos de enorgullecernos nos avergüenzan con sus ambiciones y sus aspiraciones de gobernar para colocar a los suyos.
Corren tiempos difíciles y es duro comprobar que muchos no están a la altura de las circunstancias.