No es el fútbol melillense el epicentro del escándalo. Lo que está destapándose sobre la gestión del fútbol local y sus dirigentes, es la consecuencia de la acción política de la consejería de Deporte, sus apoyos y sus nada disimuladas amistades peligrosas. Esa es la zona cero del problema. La avalancha de testigos, las pruebas directas e indirectas de la persecución contra la U.D.Melilla por parte del presidente de la Federación y algunos de sus federativos, las pruebas documentales que desveló TVMelilla, incluidas informaciones que aparecieron en este periódico, no pueden tener como respuesta que Robles ha llamado a Martínez para preguntarle si es verdad o mentira, porque Robles es amigo de Martínez y porque Martínez no iba a reconocer sus actuaciones. La respuesta de Robles es parte del escándalo.
Existe ante todo una clara responsabilidad política de quién dirige el deporte base en Melilla, amparado en un Gobierno y en las siglas de un partido político que ha enmudecido, en una ciudad donde todos quieren sentencias judiciales para evitar la responsabilidad política.
La sensación en la opinión pública, es que los hechos son ciertos, el escándalo tiene sólidas bases sobre las que sostenerse, y que la pretensión de achacarlo al enfado de un árbitro, o la acusación de que la televisión pública ha montado un "circo mediático" son coartadas pueriles. Robles no podrá cesar a Martínez, pero puede exigir su dimisión antes de que el escándalo le ahogue, antes de que los ciudadanos empiecen a convencerse de que algo huele más que a podrido en la relación Robles-Martínez.
El Presidente nombró a Robles y todo el mundo del fútbol sabe como Robles "ayudó" y subvencionó hasta cotas espectaculares a Martínez, su amigo. Pero si el deporte base del fútbol es responsabilidad del Gobierno Imbroda, y éste delega en Robles y Robles ampara con tácticas sospechosas a Martínez, el camino de las sospechas es justamente el inverso.
Pero la oposición también se equivoca pidiendo explicaciones. Si está convencida de que hay suficientes pruebas, que exijan también la dimisión de Diego Martínez. Si el Gobierno no se suma, entonces ya se han armado de razones políticas y habrán aislado a los artífices de este escándalo.