Más de medio millón de trabajadores españoles estaban hace dos días afectados por expedientes de regulación de empleo presentados en todo el país por sus empresas desde el inicio del confinamiento decretado por el Gobierno central para contener el avance del coronavirus.
La Delegación del Gobierno no tiene datos contantes y sonantes de personas afectadas en nuestra ciudad, pero sí sabemos que diez emprendedores locales ya se han visto obligados a dar un paso al frente y presentar un ERTE. Son pocos, comparados con el goteo constante que se registra en otras comunidades autónomas, pero nos parecen muchos si pensamos en la debilidad del tejido empresarial de Melilla.
Sería completamente injusto responsabilizar al Gobierno local de la que nos ha caído ahora encima. España ya venía dando signos de debilitamiento económico y de pronto, el Covid-19 nos deja atados de pies y manos desde una punta a otra del país.
El caso de Melilla es aún más particular. Llevamos un par de años sin poder estabilizar el desplome de las estadísticas económicas de transporte de mercancías y recaudación en concepto de IPSI. No habíamos acabado de salir de la crisis cuando entramos de lleno en otra aún más potente, más que nada por su universalidad. Aquí no estamos hablando de malas rachas sino de desempleo y pobreza estructurales. A perro flaco, todo son pulgas.
No queda otra que hacernos la pregunta del millón: ¿Y ahora qué? ¿Tenemos estabilidad política para buscar alguna solución? Depende. Teniendo en cuenta que en el tripartito las filias y las fobias van por barrios, pues mejor encomendarnos al Señor porque lo último que necesitamos en este momento es que se monte un juego de tronos en la Asamblea. Ganas no faltan desde dos de las tres esquinas.
Hace un tiempo, un empresario de Melilla, hebreo para más señas, me comentaba que en su opinión, la solución para salir del socavón económico en el que estamos metidos era ofrecernos como puerta de entrada de mercancías chinas en África. Para eso hace falta entrar en la Unión Aduanera y, por supuesto, que Marruecos reabra la Aduana porque si no, la frontera se convierte en un muro más infranqueable que el que promete levantar Vox.
La solución en ningún caso puede ser que los diputados de CpM se queden sin cobrar todos los meses. El gesto de donar los ‘veintipicomil’ euros que cobran entre todos es bonito. Lo aplaudo, pero no es la solución. Creo que los políticos deben estar bien pagados porque sólo así podemos exigirles que se dejen la piel y que no metan la mano en la caja. Repito, me quito el sombrero ante los diputados de CpM. Con este gesto no sólo envían un mensaje contundente a la ciudadanía diciéndoles a coro: “Somos solidarios” sino que además envían uno mucho más potente a la oposición y a los compañeros de coalición: “Cierre de filas en torno a Mustafa Aberchan. Filas prietas”.
Y mientras esto pasa y nuestras empresas cierran porque no aguantan el pulso que les ha echado el coronavirus, en Melilla ya hemos habilitado los pabellones Lázaro Fernández y el Fuerte de Rostrogordo para acoger a menores extranjeros no acompañados y personas sin hogar. Porque en medio de la pobreza que nos abruma no hemos dejado a nadie a la calle. Todas las vidas cuentan.