El Gobierno rindió ayer un más que merecido homenaje póstumo –como ya lo hiciera en su día la Ciudad Autónoma– a los dos guardias civiles melillenses, que como otros muchos de distintos puntos de España, cayeron víctimas de la banda terrorista ETA.
El acto tuvo lugar en la gran casa de éstos, la Comandancia de la Guardia Civil de Melilla, donde las dos familias de los fallecidos recibieron de manos del representante del Gobierno central en la ciudad el ascenso a cabo.
Melilla, como otras muchas ciudades de España, también ha recibido el zarpazo de esta panda de asesinos, a la que todos deseamos los peores augurios, y que por desgracia, y a pesar de los años –en el caso de Juan Díaz Román 31, en el de Antonio Molina ocho– todavía sigue haciendo de las suyas, al margen de que en el anhelo de todos esté su desaparición.