NADIE que no esté fuera de su tierra puede hacerse una idea más o menos clara de lo que significa vivir a miles y miles de kilómetros de casa y escuchar, sin esperarlo, una música que le recuerde sus orígenes y el de sus padres.
Fue justo lo que me ocurrió el miércoles en el Teatro Kursaal, mientras asistía a la gala de fin de curso de la Escuela de Música de Melilla. De pronto, un grupo de niños y adolescentes de Melilla toca un tema profundamente cubano: “La bayamesa”, del maestro de la trova santiaguera Sindo Garay.
No pude contener las lágrimas, al escuchar esa canción que ensalza a la mujer bayamesa recordando que lleva en su alma “tristes recuerdos de tradiciones” y “cuando contempla sus verdes llanos/lágrimas vierte por sus pasiones”.
Soy habanera, pero mis padres son de Bayamo, una ciudad que hoy es la capital de la provincia Granma, fiel al castrismo, pero que en el siglo XIX, durante la guerra de independencia de Cuba (Guerra de los 10 años) fue la primera tomada por los criollos (en su mayoría cubanos hijos de inmigrantes españoles) levantados en armas contra el colonialismo.
Allí, en Bayamo, nació el Himno Nacional cubano, que también se conoce como ‘La Bayamesa’, escrito por Perucho Figueredo. “Al combate, corred bayameses, que la patria os contempla orgullosa, no temáis una muerte gloriosa, que morir por la patria es vivir”.
El 12 de enero de 1869, antes de entregar la ciudad a las tropas del Conde de Valmaseda, los vecinos de Bayamo recogieron sus cosas, prendieron fuego a sus casas y las tropas españolas sólo encontraron las cenizas de la ciudad. Esa es la leyenda de Bayamo, que aunque no fue la única capital quemada por independentistas cubanos, es la que conserva ese halo de heroicidad que dan los historiadores.
Pero no pretendía hablar de esto sino de las palabras que Sergio Rincón, director de la Asociación Banda, Orquesta y Coros Ciudad de Melilla, dedicó a los presentes en el Kursaal al inicio de la gala.
Más o menos vino a compartir con las familias de los alumnos no sé si su certeza o su incertidumbre sobre la continuidad de la Escuela de Música habida cuenta de que con el nuevo ciclo político que inicia la ciudad con toda seguridad el nuevo Gobierno revisará todas y cada una de las subvenciones que se daban hasta ahora.
Sergio Rincón quiso aclarar a los presentes, que la Escuela de Música no es una entidad partidista y que ha trabajado con consejeros de Cultura de todos los signos políticos, por lo que espera llegar ahora a un entendimiento con el nuevo Ejecutivo local.
Tengo que reconocer que me sorprendió su comentario, pero entiendo que tenga sus dudas. Durante su etapa como diputado, Eduardo De Castro ha insistido mucho en la necesidad de revisar los contratos nominales.
En todo caso, no creo que asociaciones como ésta, que sacan adelante la Escuela de Música, a la que cientos de padres llevan sus hijos cada semana, sea de las que pueda temer por su continuidad.
Corresponderá al nuevo Gobierno decidirlo y ojalá no tengamos que volver a vivir la famosa crisis de hace unos años que dejó a los profesores de la Escuela de Música de Melilla sin cobrar durante meses porque la Consejería de Cultura no se aclaraba con la subvención. Los que hoy gobiernan estaban entonces en la oposición y arremetieron contra Imbroda.
Los que asistimos a la gala del miércoles disfrutamos muchísimo con el joven talento de Melilla. Ver a niños pequeñitos que apenas llegan al atril actuar con soltura delante de un teatro lleno es emocionante, pero también es bueno para nuestra ciudad.
Quizás deberíamos ir a más y apostar en serio por la Escuela de Música y buscar la manera de que jóvenes promesas de cultura amazigh puedan pagarse la matrícula y estén representados como el resto. El miércoles los eché en falta.