Tras el gong que marcó anoche la nueva carrera hacia las urnas, desde hoy nos encontramos sumidos nuevamente y por completo en otra campaña electoral: la segunda en menos de un mes, con quince días justos de diferencia respecto del término de la anterior y una sensación general de saturación amplificada por los vaivenes que han marcado nuestra política nacional desde la repetición de las elecciones de 2015 y la moción de censura del pasado 2018.
Lo peor es que el horizonte no se ve nada claro en ningún ámbito. En el nacional, ya sabemos lo que hay: un PSOE de mayoría minoritaria que desea gobernar en solitario pero que sabe que obligatoriamente necesita de los pactos si quiere gestionar el país. Claro está, que lo que pacte, con podemitas, independentistas o quien se avenga a investir a Pedro Sánchez como nuevo Presidente de la Nación, no lo sabremos hasta pasado el 26 de Mayo y los españoles ya hayamos vuelto a pasar por la urnas, sin opción de marcha atrás ni nueva oportunidad hasta dentro de otros cuatro años.
Los socialistas calcularon muy bien la convocatoria de las Generales, para sacar mayor rédito al momento que les fuera más propicio tanto en las votaciones nacionales como, después, en las autonómicas y locales.
En esa estamos y de ahí que andemos en esta espiral electoral que, según el CIS, promete nuevos éxitos pesoístas en la mayoría de las comunidades autónomas.
El avance de resultados del encuestador oficial del Estado, el susodicho CIS o Centro de Investigaciones Sociológicas dependiente del Ministerio de Presidencia, no incluye en lo difundido en el día de ayer ningún adelanto para Melilla de las próximas autonómicas, municipales o locales, que en nuestro caso pueden considerarse y nombrarse en las tres categorías por nuestra particular condición de Ciudad Autónoma.
Nos excluye el CIS de su avance para las CCAA donde el 26M se celebran elecciones, y también de sus vaticinios para los municipios, en los que solo se centra en las grandes ciudades.
Por tanto, no tenemos por ahora referencias sobre cuál es la tendencia de voto actualmente en Melilla. En todo caso, teniendo en cuenta comparativas con comicios anteriores y entre resultados de Generales y locales celebradas en nuestra ciudad, es posible concluir que nuestra futura Asamblea tendrá una composición más fragmentada, con un grupo de CpM que puede aumentar sus actuales escaños, un grupo de PSME-PSOE que igualmente puede crecer, y un PP que, aún consiguiendo ser el mayoritario, perdería diputados en beneficio de la irrupción de VOX. Ciudadanos se perfila así como la posible bisagra que acabara inclinando la balanza a favor de unos u otros.
Eduardo de Castro ya ha dicho que su partido no piensa apoyar ni un Gobierno de Imbroda ni tampoco de Aberchán, pero a la vez se muestra más crítico con los populares que con los cepemistas y se alinea con el discurso del frente anti-PP, señalando como primera medida a adoptar, caso de llegar al Gobierno, una completa auditoria de cuentas en la Ciudad Autónoma.
Creo que a buen entendedor pocas palabras bastan y que, en estas elecciones, más que nunca, si el PP quiere mantenerse en el poder tendrá que hacer llegar a los ciudadanos todo su acervo de gestión, que no es poco, para contrarrestar el carísimo coste que puede suponerle la dispersión de su electorado.
Los populares, por su condición de gobernantes de la Ciudad durante los últimos 16 años (recuérdese que de 2000 a 2003 Imbroda fue Presidente con el apoyo también del PSOE), concentran todas las críticas y concurren con el peso del desgaste que conlleva inevitablemente tantísimos años de Gobierno.
Son blanco además de una campaña despiadada a todos los niveles, en la que Aberchán ejerce de maestro de ceremonias y el PSOE y Ciudadanos de coro coordinado, con el apoyo de medios afines al Partido Socialista, como El Confidencial o El País, que ya publicaron los reportajes ahora reeditados sobre causas judiciales ya sobreseídas o juzgadas sin condena para los imputados o aún en fase de instrucción, por motivos, la mayoría, relacionados con los fraccionamientos de contratos que permiten una adjudicación más rápida o directa.
A raíz de ahí se construye todo un relato que hace bueno el penoso dicho periodístico de que la realidad no estropee un buen titular. De hecho, El Confidencial ya ha tenido que hacer una primera corrección por errores flagrantes, aunque más allá de sus imprecisiones lo llamativo es su enfoque narrativo, donde precisamente el único caso juzgado de compra de votos por el que se condenó a Aberchán y al exsecretario general de PSME-PSOE, Dionisio Muñoz, apenas cobra relevancia.
Con esta sazón, de tanta espesura y abierto tufo contra Imbroda y el Partido Popular, iniciamos una campaña que, además, enlaza aún más con la anterior por las nuevas acusaciones a costa del voto por correo o el anuncio en el aire de posible impugnación de las Generales por parte de CpM.
En claro, una batalla de toques agrios en los que queda mucho por analizar y que, no obstante, seguirá retratando, poco a poco, a los distintos actores en liza. Desde el ‘elegante’ Aberchán que invoca la espiritualidad del Ramadán para a renglón seguido llamar mafiosos a los populares, hasta el equidistante Pérez Castro que ningunea al resto de candidatos porque, según él, solo los suyos son profesionales con puesto de trabajo, como si en el resto no hubiera melillenses con carreras profesionales tan o más destacadas que las de los de Ciudadanos.
Y Rojas, entre tanto, metiendo de por medio a la Delegación del Gobierno en su lucha contra el voto por correo, cuando en realidad no es verdad que la Delegación haya presentado al respecto escrito alguno ante la Junta Electoral.
El remate se lo lleva Vox, que por felicitar a los musulmanes en Ramadán ha desatado las iras de sus seguidores y hasta ha tenido que borrar el tuit de felicitación por haberse convertido, según su community management, en un auténtico “campo de batalla”.
Lo dicho, en esto de la campaña electoral, no hemos hecho más que empezar.