Todo apuntaba a que este año quizá el Cristo de la Paz no saldría de la Parroquia del Sagrado Corazón. Sin embargo, finalmente, a pesar de la amenaza de lluvia la pequeña talla del Crucificado consiguió salir en procesión por las calles del centro de la ciudad un poco más tarde de lo previsto, sobre las 21:00 horas.
Rodeado por la bugambilia morada, la talla de este Cristo despierta una tradicional devoción entre los melillenses, que un año más salieron a recibirlo en su salida de la Iglesia del Sagrado Corazón.
Una multitud invadía este pequeño fragmento de la calle López Moreno y toda plaza Menéndez Pelayo esperando ver pasar la procesión del Cristo de la Paz. Muchos de los presentes mostraban ilusión y fervor al volver a ver esta imagen tan querida por los melillenses.
Al preguntar a algunos porqué decidían venir a ver esta procesión, cuyo breve recorrido pasaba por el centro neurálgico de la ciudad, muchos respondían que asistían por tradición; otros por el nombre de este Crucificado, el de la Paz, con el fin de que les traiga un poco a sus vidas.
Entre penitentes y manolas, el vicario de Melilla salió también desde el Sagrado Corazón a acompañar al Cristo de la Paz hasta la Tribuna, de la Avenida Rey Juan Carlos I. Al final del paso procesional, la Banda Municipal de Melilla se encargaba de poner la banda sonora.
Un solemne meceo del trono y el echo del Crucificado inspiraba el silencio que inspira su sobrenombre. Aunque el silencio rompía con el murmullo de los espectadores del paso, y el alegre compás de la Banda Municipal de Melilla. Unas piezas musicales que pusieron la banda sonora a esta íntima procesión, que atraía a todo el que se encontraba por el centro de Melilla en esos momentos.